[Officium] Feria Secunda infra Octavam Corporis Christi [Officium] (rubrica 196 aut rubrica 1955) Feria II infra Hebdomadam II post Octavam Pentecostes [Lectio1] Del Libro Primero de los Reyes. !1 Sam 5:1-5 1 Tomaron, pues, los filisteos el arca de Dios y la llevaron de Eben-Ezer a Azoto, 2 y la metieron en el templo de Dagón y la pusieron junto a Dagón. 3 Al día siguiente, levantándose de mañana, vieron los filisteos a Dagón tendido en tierra y con la cara contra ella, delante del arca de Yahvé. 4 Lo tomaron y volvieron a ponerle en su sitio; pero al otro día, cuando se levantaron, encontraron a Dagón tendido en tierra boca abajo y cortadas la cabeza y las manos, 5 que yacían en el umbral, sin quedar de Dagón más que el tronco. [Lectio2] !1 Sam 5:6-8 6 La mano de Yahvé pesó grandemente sobre los de Azoto y los desoló e hirió con tumores a Azoto y su territorio. 7 Viendo los de Azoto lo que pasaba, dijeron: “Que no quede entre nosotros el arca del Dios de Israel, porque su mano pesa mucho sobre nosotros y sobre Dagón, nuestro dios.” 8 Y convocando a todos los príncipes de los filisteos para que vinieran, se preguntaron: “¿Qué haremos con el arca del Dios de Israel?” Ellos contestaron: “Que lleven el arca del Dios de Israel a Gat.” [Lectio3] !1 Sam 5:8-12 8 La llevaron, 9 y la mano de Yahvé se dejó sentir sobre la ciudad, y hubo en ella gran espanto, pues hirió a las gentes de la ciudad, pequeños y grandes. 10 Entonces mandaron el arca de Dios a Acarón. Pero, en cuanto entró el arca de Dios en Acarón, los acaronitas se pusieron a gritar: “Han traído aquí el arca del Dios de Israel para que nos mate a todos, a nosotros y a nuestro pueblo.” 11 Y convocaron a todos los príncipes de los filisteos, que dijeron: “Devolved el arca del Dios de Israel; que vuelva a su sitio, para que no nos mate a nosotros y a nuestro pueblo”; pues había en toda la ciudad un terror mortal, y la mano de Dios pesaba sobre ella muy fuertemente. 12 Los que no morían eran heridos de hemorroides, y los desesperados gritos de la ciudad subían hasta el cielo. [Lectio4] Sermón de S. Juan Crisóstomo. !Hom. 60 al pueblo de Antioquía. Jesucristo se une por estos misterios a cada uno de los fieles; alimenta por sí mismo a aquellos a los cuales dio la vida; no confía este cuidado a ningún otro; con lo cual nos convence nuevamente de que tomó nuestra carne. No nos entreguemos, pues, al enervamiento, después de haber sido juzgados dignos de tanta caridad y honor. ¿No habéis visto con qué afán se lanzan los niños al seno de sus madres, y con qué avidez aplican los labios a sus pechos? Acerquémonos con la misma diligencia a esa sagrada mesa, a esos pechos de donde sacamos una bebida espiritual. ¿Qué digo? Más ávidos aun que niños que chupan la leche, aspiremos la gracia del Espíritu Santo, y sea nuestro único dolor el vernos privados de este alimento celestial. Lo que tenemos ante nuestra vista, no es obra del poder humano; el que antes obró estas maravillas en la Cena, es el mismo que las obra todavía ahora. Nosotros no somos sino sus ministros; Él es el que santifica, Él es el que transforma. No haya, pues, aquí ningún Judas, ningún avaro; porque esta mesa no los admite. Si alguien es discípulo de Cristo, acérquese; porque, efectivamente, dijo Él: Quiero celebrar la Pascua con mis discípulos. Este banquete es el mismo que el de la última Cena; no le falta nada; no creáis que sólo éste sea obra de Jesucristo, y que el otro lo sea del hombre, sino que también éste es obra de Jesucristo. [Lectio5] Nadie se acerque con sentimientos inhumanos, nadie con sentimientos crueles y despiadados, nadie con sentimientos impuros. Al hablar así, me dirijo a los que reciben los sagrados misterios, y a los que los dispensan. Vosotros también tenéis necesidad de oír semejantes instrucciones, para que distribuyáis estos dones con tanto discernimiento como celo. No os amenaza un leve suplicio, si permitís que un alma culpable participe de este banquete, sino que se os pedirá cuenta de la sangre de Jesucristo. Aun cuando se trate de un jefe militar, de un poderoso magistrado, de un príncipe coronado, prohibidle el acceso a esta mesa, si se acerca indignamente a ella; vosotros tenéis una autoridad superior a la suya. Para que procedáis con tal discernimiento, Dios os honró con el sacerdocio. En esto consiste vuestra dignidad, en esto vuestra seguridad, en esto toda vuestra corona, no en rodear el altar revestidos de la túnica resplandeciente de blancura. En cuanto a ti, oh seglar, cuando veas al sacerdote ofreciendo el sacrificio, no creas que es el sacerdote el que ejecuta esa acción, sino que debes ver en el altar la mano de Cristo invisiblemente extendida. [Lectio6] Escuchemos una vez más, nosotros los sacerdotes, y vosotros los que les estáis sometidos, de qué alimento hemos sido hechos dignos; escuchemos y temblemos. Nos hace Él la gracia de alimentarnos de su sagrada carne; se entrega por sí mismo inmolado a nosotros. ¿Cuál será, pues, nuestra excusa, si cometemos tan grandes pecados, después de haber sido saciados con semejante alimento; si nos convertimos en lobos después de haber comido el Cordero; si, alimentados como ovejas por nuestro pastor, nos devoramos como leones? Porque este misterio exige que evitemos, no solamente el robo, sino también toda enemistad, aun la más leve, porque es un misterio de paz. Dios ordenó a los judíos que celebrasen fiestas cada año en reconocimiento de sus beneficios; a vosotros cristianos os toca recibirle cada día por medio de estos misterios. Ningún Judas, ningún Simón se acerque a esta mesa; la avaricia los perdió al uno y al otro; apartémonos de este abismo. [Lectio7] Lección del santo Evangelio según San Juan !Jn 6:56-59 En aquel tiempo: Dijo Jesús a las turbas de los judíos: Mi carne verdaderamente es manjar, y mi sangre verdaderamente es bebida. Y lo que sigue. _ Homilía de San Agustín, Obispo. !Tratado 26 sobre San Juan, después del medio. “Este es el pan bajado del cielo”. Este pan fue figurado por el maná; lo fue asimismo por el altar de Dios. También estas cosas fueron Sacramentos. Entre ellas y la Eucaristía, hay diversidad en los signos, mas paridad en la cosa significada. Escuchad lo que dice el Apóstol: “Porque no debéis ignorar, hermanos míos, que nuestros padres estuvieron todos a la sombra de aquella nube; que todos pasaron el mar; que todos bajo la dirección de Moisés, fueron bautizados en la nube y en el mar, y que todos comieron el mismo manjar espiritual”. Notadlo bien: el manjar espiritual es enteramente el mismo; porque el manjar corporal es diferente; ellos tuvieron el maná, nosotros tenemos una cosa distinta. Como manjar espiritual tenían ellos el mismo que nosotros, y también que nuestros padres (no digo sus padres, digo nuestros padres, aquellos a los cuales nos parecemos, no aquellos a los cuales se parecían ellos). El Apóstol añade: “Y todos bebieron la misma bebida espiritual”. Sí, a la verdad, la bebida bebida por ellos era diferente de la nuestra en relación con la apariencia visible; mas era la misma en relación con la virtud espiritual que significa. Mas ¿cómo era la misma? “Bebían -continúa el Apóstol- agua que salía de la misteriosa piedra, y los iba siguiendo, la cual piedra era Cristo”. De aquí el pan; de aquí la bebida. Esta piedra era para ellos Jesucristo en figura; para nosotros es verdaderamente Jesucristo en la palabra y en la carne. Mas ¿por qué medio bebieron ellos? La piedra fue herida por dos varazos; estos dos golpes significan las dos piezas de madera del leño de la cruz. [Lectio8] Los fieles conocen el cuerpo de Jesucristo, a condición de que sean en sí mismos el cuerpo de Jesucristo. Conviértanse en cuerpo de Jesucristo, si quieren vivir del Espíritu de Jesucristo. Únicamente el cuerpo de Jesucristo vive del Espíritu de Jesucristo. Entended bien, hermanos míos, lo que digo. Eres hombre; tienes un espíritu y un cuerpo; llamo espíritu al alma por la cual eres hombre. En efecto, estás constituido de un alma y un cuerpo; tienes un espíritu invisible y un cuerpo visible. Dime: ¿cuál de ellos hace vivir al otro? ¿Es tu cuerpo el que comunica la vida a tu espíritu, o tu espíritu a tu cuerpo? Todo hombre viviente puede responder a esta pregunta; el que no pueda responder a ella, no sé si vive realmente. Ahora bien, ¿qué responde el que vive? Sin duda alguna, dice, mi cuerpo recibe la vida de mi espíritu. ¿Quieres tú, pues, vivir también del Espíritu de Jesucristo? Forma parte del Cuerpo de Cristo. [Lectio9] ¿Será tu espíritu el que hace vivir a mi cuerpo? Ciertamente que no. Mi espíritu hace vivir a mi cuerpo; tu espíritu hace vivir al tuyo. Del mismo modo, el cuerpo de Jesucristo sólo puede vivir del Espíritu de Jesucristo. He ahí por qué, al hablarnos de este pan, se expresa así el apóstol San Pablo: “Porque todos venimos a ser un solo pan, un solo cuerpo”. ¡Oh sacramento de amor! ¡oh símbolo de unidad! ¡oh vínculo de caridad! El que quiere vivir sabe en dónde gozará de la vida, de dónde la sacará. Acérquese y crea, incorpórese a él para entrar en participación de la vida; no se separe de la estrecha unión con sus miembros; no aparezca como miembro corrompido que merezca ser cortado, ni como miembro disforme que cause vergüenza; sea hermoso, bien proporcionado y sano; permanezca unido al cuerpo; viva de Dios y por Dios; trabaje ahora en la tierra, a fin de reinar después en el cielo. &teDeum