[Officium] Die Octavae S. Joseph [Lectio1] Del libro del Apocalipsis del apóstol San Juan !Ap 5:1-7 1 Vi a la derecha del que estaba sentado en el trono un libro, escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. 2 Vi un ángel poderoso que pregonaba a grandes voces: ¿Quién será digno de abrir el libro y soltar sus sellos? 3 Y nadie podía, ni en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra, abrir el libro ni verlo. 4 Yo lloraba mucho, porque ninguno era hallado digno de abrirlo y verlo. 5 Pero uno de los ancianos me dijo: No llores, mira que ha vencido el león de la tribu de Judá, la raíz de David, para abrir el libro y sus siete sellos. 6 Vi en medio del trono y de los cuatro vivientes, y en medio de los ancianos, un Cordero, que estaba en pie como degollado, que tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios, enviados a toda la tierra. 7 Vino y tomó el libro de la diestra del que estaba sentado en el trono. [Responsory1] R. Tus plazas públicas, Jerusalén, tendrán sus pavimentos de oro puro, aleluya; y en ti se cantarán himnos de alegría, aleluya. * Y por todos tus ángulos dirán todos, aleluya, aleluya. V. Brillarás con una luz magnífica, y todos los pueblos te adorarán. R. Y por todos tus ángulos dirán todos, aleluya, aleluya. [Lectio2] !Ap 5:8-10 8 Y cuando lo hubo tomado, los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos cayeron delante del Cordero, teniendo cada uno su cítara y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos. 9 Cantaron un cántico nuevo, que decía: Digno eres de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre has comprado para Dios hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación, 10 y los hiciste para nuestro Dios reino y sacerdotes, y reinan sobre la tierra. [Responsory2] R. El pueblo de Israel cantaba aleluya, y toda la multitud de Jacob entonaba debidamente himnos. * Y David con los cantores pulsaba la cítara en la casa del Señor cantando alabanzas a Dios, aleluya, aleluya. V. Purificáronse, pues, los sacerdotes y levitas; y todo Israel llevaba el arca de la alianza del Señor con júbilo. R. Y David con los cantores pulsaba la cítara en la casa del Señor cantando alabanzas a Dios, aleluya, aleluya. &Gloria R. Y David con los cantores pulsaba la cítara en la casa del Señor cantando alabanzas a Dios, aleluya, aleluya. [Lectio3] !Ap 5:11-14 11 Vi y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los vivientes, y de los ancianos; y era su número de miríadas de miríadas, y de millares de millares, 12 que decían a grandes voces: Digno es el Cordero, que ha sido degollado, de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la bendición. 13 Y todas las criaturas que existen en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y en todo cuanto hay en ellos, oí que decían: Al que está sentado en el trono y al Cordero, la bendición, el honor, la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. 14 Y los cuatro vivientes respondieron: Amén. Y los ancianos cayeron de hinojos y adoraron al que vive por los siglos de los siglos. [Responsory3] R. Vi la puerta de la ciudad puesta al Oriente, y los nombres de los Apóstoles y del Cordero estaban escritos sobre ella. * Y sobre los muros había una guardia de Ángeles, aleluya. V. Vi un cielo nuevo, y una tierra nueva, y una nueva ciudad que descendía del cielo. R. Y sobre los muros había una guardia de Ángeles, aleluya. &Gloria R. Y sobre los muros había una guardia de Ángeles, aleluya. [Lectio4] Sermón de San Agustín, Obispo. !Libro I de las Bodas. Al decir el Ángel a José: “No vaciles en recibir a María, tu esposa”, no le engañaba. Mereció el nombre de esposa, desde que le prometió su fidelidad conyugal, aquella cuya virginidad él había respetado y respetaría siempre. El nombre de esposa no era una falsedad, a pesar de que en la unión no había habido, ni debía haber relación carnal. María era virgen, razón para que su esposo más santamente la admirara y quisiera; pues él conocía su fecundidad fuera de las reglas de la naturaleza; no les unía el vínculo de la paternidad común, pero les unía el de la mutua fidelidad. A causa de la fidelidad, merecieron ambos este título: “los padres” de Jesús; y no sólo ella era llamada madre, sino que él también mereció el nombre de padre, como esposo de María. Ambos lo merecieron por el afecto, pero no los dos por la carne. José fue padre por el afecto; María lo fue por el afecto y por la carne; ambos son llamados padres de Cristo; padres de Cristo en su humildad y debilidad, no en su grandeza, ni de su divinidad. [Lectio5] No nos engaña el Evangelio. En él leemos: “Su padre y su madre escuchaban con admiración las cosas que de él se decían”. Y en otro lugar: “Iban sus padres todos los años a Jerasalén”. Y después: “Su madre le dijo: Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros? Mira cómo tu padre y yo, llenos de aflicción, te buscábamos”. Jesús, para mostrar que, sobre ellos, tenía un Padre que antes le había engendrado sin una madre, les respondió: “¿Por qué me buscabais? ¿Acaso no sabíais que Yo debo emplearme en las cosas que miran al servicio de mi Padre?” A fin de que no se creyera que Jesús negaba que ellos fuesen sus padres, el Evangelista añade: “Ellos no comprendieron el sentido de su respuesta. Y descendió con ellos, y vino a Nazaret, y les estaba sujeto”. ¿A quién se sometió sino a sus padres?; ¿quién estaba sometido? Jesucristo, que, “siendo Dios por naturaleza, no tuvo por usurpación hacerse igual a Dios”. [Lectio6] ¿Por qué les estaba sujeto, siendo ellos muy inferiores a la naturaleza divina, sino porque se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo? Ellos eran padres de esta forma, y no lo serían ambos si no hubiesen sido esposos, bien que sin comercio carnal. Por eso al establecer la genealogía de Cristo, era necesario escoger la que terminaba en José; así no redundase en menoscabo del varón, que es más digno; y ningún detrimento sufre la verdad, porque José era, como María, del linaje de David, del cual, estaba predicho, había de venir Cristo. Así encontramos en los padres de Cristo todos los bienes del matrimonio: la prole, la fidelidad y el sacramento. Conocemos al hijo: el mismo Jesucristo; la fidelidad de los esposos, pues no hubo adulterio alguno; el vínculo sacramental, porque nunca pensaron en el divorcio. [Lectio7] Lectura del Santo Evangelio según San Lucas !Lc 3:21-23 Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos. Y lo que sigue. _ Homilía de San Agustín, Obispo. !Sermón 36, sobre el Tiempo. El bautismo del Salvador constituye para nosotros otra Natividad; su filiación se nos manifiesta con las mismas señales y milagros de su nacimiento; pero en el bautismo de Cristo vemos mayor misterio. El oráculo divino dice: “Este es mi Hijo amado en el que me he complacido”. En verdad, brilla más la segunda natividad que la primera, pues en la primera Cristo vino al mundo en silencio y sin testigos; en la segunda fue bautizado y proclamada su divinidad. En la primera, José, tenido por padre, reconoció que no lo era; en la segunda, se dio a conocer como Padre aquel que no era tenido por tal. Allí una duda se cierne sobre la madre, porque el padre no ha usado de todos los derechos de esposo; aquí la madre recibe el honor debido, por que Dios da testimonio de su Hijo. [Lectio8] Es más glorificada la segunda natividad que la primera. Ya que en aquélla el Padre es Dios de majestad infinita, pero en ésta es José, un artesano, el que es tenido por padre. Empero, considerando estos dos hechos, vemos que el nacimiento y el bautismo del Señor son ambos obra del Espíritu Santo; Mas el Padre que habla desde el cielo es de una dignidad infinitamente mayor que el artesano de la tierra. Así, José, artesano en la tierra, era tenido por padre del Señor y Salvador, pero Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, no es ajeno a esta obra, pues también Él es artífice. [Lectio9] Es un artífice divino el que fabricó la máquina de este mundo con un poder no sólo admirable, sino inefable. Como sabio arquitecto suspendió el cielo en las alturas, fundamentó la tierra mediante su mismo peso y puso límite a los mares. Es un artífice, el que para establecer cierto equilibrio, abate las techumbres del orgullo y levanta las depresiones de la humildad. Es un artífice, el que desecha lo superfluo de nuestra vida y conserva lo útil. Es un artífice, el que nos amenaza por Juan Bautista con aplicar la segur a nuestra raíz, para que todo árbol que excediere la norma de la debida discreción sea cortado de raíz y arrojado al fuego, y todo el que alcanzare la medida de la verdad sea destinado a las celestiales construcciones. &teDeum