[Ant 1] Rodéanos, Señor, * con tu muralla inexpugnable, y protégenos siempre con las armas de tu poder. [Lectio1] Empieza el Libro de Daniel !Dan 1:1-4 1 El año tercero del reinado de Joaquim, rey de Judá, Nabucodonosor, rey de Babilonia, fue contra Jerusalén y la asedió. 2 Y entregó el Señor en sus manos a Joaquim, rey de Judá, y parte de los vasos de la casa de Dios, y los trajo a la tierra de Sanaar, a la casa de su dios, y metió los vasos en la casa del tesoro de su dios. 3 Dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real y del de sus nobles, 4 cuatro mozos en los que no hubiera tacha, de buen parecer, de talento, instruidos en toda suerte de sabiduría, dotados intelectualmente y educados, capaces de servir en el palacio del rey, y a quienes se les instruyese en las letras y la lengua de los caldeos. [Lectio2] !Dan 1:5-9 5 Asignoles el rey para cada día una porción de los manjares de su mesa, del vino que él bebía, y mandó que los criasen durante tres años, al cabo de los cuales entrasen a servir al rey. 6 Fueron de ellos, de entre los hijos de Judá, Daniel, Ananías, Misael y Azarías, 7 a los cuales el jefe de los eunucos puso por nombre: a Daniel, Baltasar; a Ananías, Sidraj; a Misael, Misaj, y a Azarías, Abed-Nego. 8 Se propuso Daniel en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey ni con el vino que él bebía, y rogó al jefe de los eunucos que no le obligara a contaminarse. 9 Hizo Dios que hallase Daniel gracia y favor ante el jefe de los eunucos. [Lectio3] !Dan 1:10-15 10 Y el jefe de los eunucos dijo a Daniel: Tengo miedo de mi señor el rey, que ha determinado lo que habéis de comer y beber, porque, si viere vuestros rostros más macilentos que los de los mozos de vuestra edad, condenaréis mi cabeza ante el rey. 11 Dijo entonces Daniel al cortesano a quien el jefe de los eunucos había puesto para velar sobre Daniel, Ananías, Misael y Azarías: 12 Prueba, te ruego, a tus siervos por diez días, y que nos den a comer legumbres y agua a beber, 13 y compara luego nuestros rostros con los de los mozos que comen los manjares del rey, y haz después con tus siervos según veas. 14 Concedioles lo que le pedían y los probó por diez días, 15 al cabo de los cuales tenían mejor aspecto y estaban más metidos en carnes que los mozos que comían los manjares del rey. [Lectio4] Del Libro de San Atanasio, Obispo, a las vírgenes. !Libro de la Virginidad, después del principio. Si alguien te dice que no ayunes con tanta frecuencia, por miedo a dañar tu salud, no escuches sus consejos. Porque es el enemigo quien te sugiere semejante cosa. La Escritura refiere de Daniel, de los tres jóvenes y de otros de la misma edad, llevados cautivos a Babilonia por el rey Nabucodonosor. Había ordenado que se les sirviesen manjares de su mesa, y se les obligase a beber de su vino; pero Daniel y sus tres compañeros no quisieron mancharse comiendo de la mesa del rey y dijeron al eunuco: Danos productos de la tierra, y nos alimentarán suficientemente. Mas el eunuco les respondió: Yo temo que si el rey llega a veros más flacos que los demás jóvenes alimentados con manjares de su mesa, me castigará. [Lectio5] Ellos le respondieron: Te suplicamos hagas la prueba por diez días, y dénsenos legumbres y agua. Hecho así, los llevó ante el rey, y su rostro era más hermoso que el de los otros jóvenes alimentados de manjares de la mesa real. ¿Ves los efectos del ayuno? Cura las enfermedades, sana los malos humores del cuerpo, ahuyenta a los demonios, aparta los malos pensamientos, despeja la inteligencia y purifica el corazón, santifica el cuerpo, y lleva al hombre hasta el trono del Señor. El Evangelio te ofrece un testimonio del mismo Salvador. Habiéndole preguntado sus discípulos cómo podrían expulsar los demonios impuros, respondió nuestro Señor: “Este género de demonios sólo se expulsa por la oración y el ayuno”. [Lectio6] Si alguien se ve atormentado por el espíritu impuro, ayune y éste le abandonará. Los demonios se complacen en vernos entregados a los excesos en el comer y beber, y a los regalos del cuerpo. Grande es el poder del ayuno, y por él se realizan grandes y admirables cosas. ¿Cómo podrían ciertos hombres obrar tantas maravillas y prodigios, y cómo se serviría Dios de ellos para devolver la salud a los enfermos, sino por sus prácticas espirituales, su humildad de espíritu y su santa vida? El ayuno es el alimento de los ángeles, y el que de él se alimenta, debe ser mirado como si él mismo perteneciera al orden angélico.