[Lectio1] Del Libro segundo de los Macabeos !2 Mac 15:7-11 7 Puesta siempre su confianza en el socorro del Señor, exhortaba a los suyos a no temer el ataque de los paganos; 8 antes bien, recordando los auxilios que en tiempos anteriores les habían venido del cielo, esperasen también ahora del Todopoderoso la victoria, y los alentaba, 9 proponiéndoles testimonios de la Ley y de los profetas y recordándoles los combates que habían sostenido, dándoles con esto mucho ánimo. 10 Después de haber levantado sus espíritus, les puso de manifiesto la falta de fe de los gentiles y la transgresión de sus juramentos; 11 animando a todos, no tanto con la seguridad de sus escudos y lanzas cuanto con la confianza de sus alentadoras palabras. Sobre todo los alegró con la relación de un sueño digno de toda fe. [Lectio2] !2 Mac 15:12-16 12 He aquí el sueño que había tenido: Onías, que había sido sumo sacerdote, hombre bueno y bondadoso, de venerable aspecto, de suaves maneras, de elegante lenguaje, que desde su niñez se había ejercitado en toda virtud, tendía sus manos, orando por toda la comunidad de los judíos. 13 Apareciósele también otro varón, que se destacaba por la blancura de sus cabellos y por su gloriosa dignidad, nimbado de admirable y magnífica majestad. 14 Onías dijo: “Este es el amador de sus hermanos, que ora mucho por el pueblo y por la ciudad santa: Jeremías, profeta de Dios. 15 Y tenía Jeremías su diestra y entregaba a Judas una espada de oro, diciéndole: 16 “Toma esta espada santa, don de Dios, con la cual triunfarás de los enemigos.” [Lectio3] !2 Mac 15:17-19 17 Alentados con estas nobles palabras de Judas, capaces de vigorizar y exaltar hasta el heroísmo las almas de los jóvenes, resolvieron no atrincherarse en el campo, sino arrojarse valientemente sobre el enemigo, y, luchando con todo valor, decidir la cosa, puesto que se hallaban en peligro la ciudad, la religión y el templo; 18 pues la solicitud que por las mujeres, los hijos, los hermanos y parientes tañían era menor que la que sentían por el templo santo, la más grande y primera de todas las cosas. 19 No era pequeña la ansiedad de los que en la ciudad habían quedado, inquietos como se hallaban por la lucha de fuera.