[Lectio1] Del libro segundo de los Macabeos !2 Mac 9:1-4 1 Acaeció por aquel tiempo que Antíoco hubo de retirarse en desorden de Persia. 2 Había entrado en Persépolis con el propósito de saquear el templo y apoderarse de la ciudad. Pero, alborotada la muchedumbre, corrió a las armas, obligándole a huir, y, puesto en fuga por los naturales, hubo de emprender una retirada vergonzosa. 3 Hallándose cerca de Ecbatana, recibió noticia de las derrotas sufridas por Nicanor y Timoteo, 4 y, encendido en cólera, meditaba vengar en los judíos la injuria de los que le habían puesto en fuga. Con esto dio orden al conductor de su coche de avanzar sin interrupción, apresurando la marcha, cuando se cernía ya sobre él el juicio divino. Pues en su orgullo había dicho: “En cuanto llegue allí, haré de Jerusalén un cementerio de judíos.” [Lectio2] !2 Mac 9:5-7 5 Pero el Señor, Dios de Israel, que todo lo ve, le hirió con una llaga incurable e invisible. Apenas había terminado de hablar, se apoderó de él intolerable dolor de entrañas y agudos tormentos interiores, 6 y muy justamente, puesto que había atormentado con muchas y extrañas torturas las entrañas de otros. 7 Mas no por esto desistió de su fiereza; lleno de orgullo y respirando fuego contra los judíos, dio orden de acelerar la marcha. Mas sucedió que, en medio del ímpetu con que el coche se movía, cayó de él Antíoco, y con tan desgraciada caída, que todos los miembros de su cuerpo quedaron magullados. [Lectio3] !2 Mac 9:8-10 8 El que con sobrehumana arrogancia se imaginaba dominar sobre las olas del mar y pensaba poner en balanza la altura de los montes, ahora, caído en tierra, era llevado en una litera, poniendo de manifiesto ante todos el poder de Dios, 9 hasta el punto de manar gusanos el cuerpo del impío, y, vivo aún, entre atroces dolores, caérsele las carnes a pedazos, apestando con su hedor al ejército. 10 Y al que poco antes parecía coger el cielo con sus manos, nadie ahora le quería llevar, por la intolerable fetidez.