[Ant 1] Señor, Rey omnipotente, * todas las cosas están sometidas a tu poder, y ninguna puede resistir a tu voluntad. [Lectio1] Empieza el Libro de Ester. !Est 1:1-4 1 En tiempo de Asuero, que reinó desde la India hasta la Etiopía, sobre ciento veintisiete provincias, 2 mientras se sentaba sobre su trono real en Susa, la capital, el año tercero de su reinado dio un festín a todos sus príncipes y servidores. 3 Los comandantes del ejército de los persas y de los medos, los grandes y los jefes de las provincias, se reunieron en su presencia, 4 y él hizo muestras de la espléndida riqueza de su reino y de la brillante magnificencia de su grandeza durante muchos días, durante ciento ochenta días. [Responsory1] R. Oh Señor, Rey omnipotente, todas las cosas están sometidas a tu poder, y no hay quien pueda resistir a tu voluntad. * Líbranos por tu nombre. V. Escucha nuestra oración, y convierte en gozo nuestro llanto. R. Líbranos por tu nombre. [Lectio2] !Est 1:5-6 5 Pasados éstos, el rey dio a todo el pueblo de Susa, la capital, desde el más grande hasta el más pequeño, un festín, que duró siete días, en los jardines del palacio real. 6 Cortinajes blancos, verdes y azules pendían de columnas de mármol, sujetos con cordones de lino y de púrpura a anillos de plata. Lechos de oro y de plata estaban sobre un pavimento de pórfido, alabastro, mármoles de varios colores y nácar. [Lectio3] !Est 1:7-9 7 Servíase el vino en vasos de oro de diversas configuraciones, y se servía con real abundancia, gracias a la generosidad del rey; 8 pero a nadie se le obligaba a beber, pues había mandado el rey a todas las gentes de su casa que se hiciese conforme a la voluntad de cada cual. 9 También la reina Vasti dio un festín a las mujeres en el palacio real del rey Asuero. [Responsory3] R. Nunca puse mi esperanza en otro alguno sino en ti, Dios de Israel: * Que si te enojas, también tienes misericordia, y perdonas los pecados de los hombres cuando están atribulados. V. Señor Dios, Creador del cielo y de la tierra, considera nuestra humillación. R. Que si te enojas, también tienes misericordia, y perdonas los pecados de los hombres cuando están atribulados. &Gloria R. Que si te enojas, también tienes misericordia, y perdonas los pecados de los hombres cuando están atribulados. [Lectio4] Del Libro de los Deberes de S. Ambrosio, Obispo. !Lib. 3, cap. 15. La reina Ester movida por el noble y bello designio de salvar a sus compatriotas, ¿no se expuso a la muerte, arrostrando intrépidamente la cólera de un rey cruel? El rey de los Persas, a pesar de su crueldad y su soberbia, acordándose de que un israelita había descubierto el complot urdido contra su persona, creyó su honor interesado en salvar a los Judíos de la esclavitud y de la matanza, y en no perdonar al instigador de tan odiosa persecución, y mandó al patíbulo a su primer ministro y amigo predilecto, porque había deshonrado su reinado con sus pérfidos consejos. [Responsory4] R. Acuérdate de mí, Señor Dios, para mi bien. * Y no borres de tu memoria las obras de misericordia que practiqué en la casa de mi Dios y en el desempeño de sus ceremonias. V. Acuérdate de mí, Señor, Dios mío. R. Y no borres de tu memoria las obras de misericordia que practiqué en la casa de mi Dios y en el desempeño de sus ceremonias. [Lectio5] !Cap. 16 La amistad loable va acompañada de la honradez; y es preferible a las riquezas, honores y poder; no debe anteponerse a la honradez, sino supeditarse a ella. Tal fue la amistad de Jonatás; expúsose a la cólera de su padre y al peligro de perder la vida por afecto a David. También Aquimelech, ligado por los deberes de hospitalidad para con David, creyó preferible morir que hacer traición al amigo fugitivo. No debemos preferir nada a la honradez; y para evitar que ésta se posponga a la amistad, la Escritura nos llama la atención. [Lectio6] Discuten los filósofos si es permitido o no, por causa de un amigo, y a instancias suyas, tomar partido contra su patria; si se puede dejar de ser leal para favorecer y servir los intereses de la amistad. Dice la Escritura: “El hombre que atestigua falsamente contra su prójimo es un rejón, un estoque, una aguda saeta.” La Escritura lo que condena no es el dar testimonio contra un amigo, sino el falso testimonio contra un amigo. ¿Qué hacer, pues, si la causa de Dios o la causa de la patria obliga a dar testimonio? ¿Acaso deberemos preferir la amistad a la religión o el vicio a la caridad?