[Ant 1] En el cielo * puse mi morada, y mi trono sobre una columna de nubes. [Lectio1] Empieza el Libro del Eclesiastés. !Ecl 1:1-7 1 Razones del Cohelet, hijo de David, rey de Jerusalén. 2 Vanidad de vanidades, dijo el Cohelet; vanidad de vanidades; todo es vanidad. 3 ¿Qué provecho obtiene el hombre de todo por cuanto se afana debajo del sol? 4 Pasa una generación y viene otra, pero la tierra es siempre la misma. 5 Sale el sol, se pone el sol y se apresura a llegar al lugar de donde vuelve a nacer. 6 Tira el viento al mediodía, gira al norte, va siempre dando vueltas y retorna a sus giros. 7 Los ríos van todos al mar, y la mar no se llena; al lugar de donde ellos vinieron tornan de nuevo para volver a correr. [Lectio2] !Eccl 1:8-11 8 Todas las cosas trabajan más que cuanto el hombre puede ponderar; no se sacia el ojo de ver ni se harta el oído de oír. 9 Lo que fue, eso será; lo que ya se hizo, eso es lo que se hará; no se hace nada nuevo bajo el sol. 10 Si de algo se dice: “Mira, esto es nuevo”, aun eso fue ya en los siglos anteriores a nosotros. 11 No hay memoria de los antiguos, ni de los que vendrán después habrá memoria en los que serán después. [Lectio3] !Eccl 1:12-17 12 Yo, el Cohelet, he sido rey de Israel, en Jerusalén, 13 y apliqué mi mente a hacer con sabiduría investigaciones y pesquisas sobre todo cuanto hay bajo los cielos. Es una dura labor dada por Dios a los hijos de los hombres, para que en ella se ocupen. 14 Miré todo cuanto se hace debajo del sol, y vi que todo era vanidad y apacentarse de viento. 15 Lo torcido no puede enderezarse, y lo que falta no se puede contar. 16 Y dije para mí: Heme aquí engrandecido y crecido en sabiduría, más que cuantos antes de mí fueron en Jerusalén, y hay en mi mente mucha ciencia y sabiduría. 17 Di, pues, mi mente a conocer la sabiduría y la ciencia y a entender la locura y los desvaríos. [Lectio4] Sermón de San Juan Crisóstomo. !Sermón contra los concubinarios, en el final, tomo 5. Mientras Salomón vivió cautivado por el amor de las cosas de este mundo, las creía grandes y dignas de admiración, y les dedicaba muchos cuidados y fatigas, edificando palacios magníficos, aumentando sin cesar sus tesoros, reuniendo coros de músicos, sosteniendo gran número de servidores para su mesa y sus bodegas, buscando su complacencia en la contemplación de los jardines y de las bellezas corporales, siguiendo todos los caminos del placer y de la diversión. [Lectio5] Pero desde que entró dentro de sí mismo, y pudo, como desde el fondo de un abismo tenebroso, distinguir la luz de la verdadera sabiduría, lanzó esta exclamación sublime y digna del cielo: “¡Vanidad de vanidades, y todo Vanidad!” Vosotros también, si así lo queréis, daréis un testimonio semejante, o más sublime aún, tocante a esas voluptuosidades desordenadas, si lográis sustraeros por un instante a los malos hábitos. [Lectio6] Salomón no estaba obligado a una busca tan diligente de la sabiduría, porque la antigua ley no prohibía ciertas satisfacciones, ni calificaba de vanidad el goce de los bienes superfluos; pero, fácilmente pudo ver cuán viles y despreciables son. Nosotros, llamados al goce de virtudes más perfectas, escalamos cumbres más elevadas, y nos entregamos a más nobles ejercicios. ¿Qué se nos exige sino regular nuestra conducta según la vida misma de esas virtudes celestiales, que nada tienen de corpóreo, sino que son puras inteligencias?