[Officium] S. Silvestri Papæ et Confessoris [Name] Silvestre [Oratio] (nisi rubrica 196) Concédenos, Dios todopoderoso, que en la solemnidad de tu Pontífice y Confesor San Silvestre, se acrezca nuestra devoción y salud. $Per Dominum. [Lectio4] Silvestre Romano, hijo de Rufino, desde su infancia fue educado por el presbítero Cirino, cuya doctrina y costumbres imitó con perfección. Se ocultó en el monte Soracte cuando más cruel era la persecución. A la edad 30 años fue creado presbítero de la santa Iglesia Romana por el Papa Marcelino. Como quiera que en este cargo aventajaba en gran manera, a los demás clérigos, sucedió al Papa Melquíades, en tiempos de Constantino, el cual acababa de conceder por una ley la paz a la Iglesia de Jesucristo. Desde el inicio del pontificado de la Iglesia, estimuló a Constantino, ilustrado ya por la aparición de una cruz en el cielo y por la victoria sobre su rival Majencio, a que defendiese y propagase la religión cristiana. Según refiere una antigua tradición de la Iglesia Romana, le hizo venerar las imágenes de los Apóstoles, le bautizó y le lavó de la lepra de la infidelidad. [Lectio5] Así, pues, a instigación de Silvestre, el piadoso emperador confirmó con su ejemplo la ley que había dado a los cristianos, para que pudieran construir templos. Levantó, en efecto, muchas Basílicas, a saber: la Lateranense dedicada a Cristo Salvador; la Vaticana a San Pedro, la Ostiense a San Pablo; la de San Lorenzo en el Agro Verano, la de Santa Cruz en el Atrio Sesoriano, la de los santos Pedro y Marcelino y la de Santa Inés, en las vías Lavicana y Nomentana y otras, las cuales adornó con sagradas imágenes, y enriqueció con ricas posesiones. En tiempo de este Pontífice se celebró el primer Concilio de Nicea, en el cual presidieron sus legados, y estando presentes Constantino, y 318 obispos, fue explicada la santa y católica fe, y condenados Arrio y sus seguidores. Silvestre, a petición de los Padres, confirmó el Concilio, en un sínodo que reunió en Roma y en el cual Arrio de nuevo fue condenado. Dio muchos decretos útiles a la Iglesia de Dios, que llevan su nombre, a saber: que sólo el obispo fuera quien confeccionase el crisma; que el presbítero ungiera con el crisma la parte superior de la cabeza del bautizado; que los diáconos usaran de las dalmáticas en la iglesia y de un manípulo de lino en su brazo izquierdo, y que la Misa se celebrara sobre un lienzo de lino. [Lectio6] El mismo fijó el tiempo durante el cual los iniciados en las Órdenes debían ejercer las funciones de las mismas en la iglesia, antes de ascender a un grado superior. Prohibió a los seglares que acusaran públicamente a los clérigos, y no permitió a los clérigos que pleitearan ante un juez profano. Quiso que, excepto el sábado y el domingo, los restantes días de la semana se distinguieran con el nombre de Ferias, como ya antes se había empezado a practicar en la Iglesia, para dar a entender que los clérigos cada día, dejado el cuidado de todo lo demás, debían vacar únicamente al servicio de Dios. La admirable santidad de su vida y su benignidad para con los pobres, correspondieron a la celestial prudencia con que gobernaba la Iglesia. Procuró que los clérigos pobres vivieran juntamente con los ricos, y que a las sagradas vírgenes no les faltara lo necesario para la vida. Vivió en el Pontificado veinte años, diez meses y un día. Fue sepultado en el cementerio de Priscila, en la vía Salaria. Celebró siete ordenaciones en el mes de Septiembre, en las cuales creó cuarenta y dos presbíteros, veinticinco diáconos y setenta y cinco Obispos para diversos lugares.