[Rank] De III die Infra Octavam Conceptionis Immaculatæ Beatæ Mariæ Virginis;;Semiduplex;;2.5;;vide Sancti/12-08 [Lectio4] De la Bula dogmática del Papa Pío IX _ Las mismas palabras con que las divinas Escrituras hablan de la Sabiduría increada, y con las que representan su sempiterno origen, acostumbra emplearlas la Iglesia en los Oficios eclesiásticos y en la Sagrada Liturgia, y aplicarlas a la formación de la Virgen, formación que Dios había previsto y decretado en un solo y mismo decreto que la encarnación de la divina Sabiduría. Mas aunque todas estas cosas, conocidas y practicadas en todas partes por casi todos los fieles, manifiestan el interés con que la Iglesia romana, madre y maestra de todas las Iglesias, miró esa doctrina de la Concepción Imaculada de la Virgen; sin embargo, son muy dignos de recordar en detalle los grandes actos de esta Iglesia, a causa de la preeminencia y de la suprema autoridad de que justamente goza, y porque ella es el centro de la verdad y unidad católica, en la cual solamente fue conservada inviolablemente la Religión, y de la cual deben recibir todas las demás Iglesias la tradición de la fe. [Lectio5] Así, pues, la Iglesia romana nada procuró con tanto empeño como afirmar, defender, promover y vindicar de mil maneras y en la forma más elocuente y expresiva, el culto y la doctrina de la Inmaculada Concepción de la Virgen. Y a la verdad, nuestros predecesores se gloriaron sobremanera en instituir con su autoridad apostólica en la Iglesia romana la fiesta de la Concepción, y en realzar su importancia y dignidad con Oficio y Misa propios, en que manifiestamente se afirmaba la prerrogativa de la Virgen y su inmunidad de la mancha hereditaria. Respecto al culto ya instituido, pusieron todo su empeño en difundirlo y propagarlo, ya concediendo indulgencias, ya facultando a las ciudades, provincias y reinos para que eligiesen por patrona, a la Madre de Dios bajo el título de Inmaculada Concepción, ya aprobando cofradías, congregaciones y comunidades religiosas establecidas en honor de la Concepción Inmaculada, ya tributando elogios a la piedad de los que bajo la advocación de la Concepción Inmaculada erigiesen monasterios, hospitales, altares y templos, o prometiesen bajo juramento defender la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios. [Lectio6] Además decretaron con la mayor complacencia que la fiesta de la Concepción debía ser celebrada por toda la Iglesia con la misma solemnidad que la fiesta de la Natividad; que dicha fiesta de la Concepción debía celebrarse con Octava por la Iglesia universal y guardarse por todos como fiesta de precepto, y que todos los años en el día de la Concepción de la Virgen se celebrase Capilla Papal en nuestra Basílica patriarcal Liberiana. Y anhelando fomentar cada día más en el ánimo de los fieles esta doctrina de la Concepción Inmaculada de la Madre de Dios, y mover su piedad y su celo a honrar y venerar a la Virgen concebida sin pecado original, se complacieron en conceder facultad para que en la Letanía lauretana, y aun en el Prefacio de la Misa se proclamase la Concepción Inmaculada de la Virgen, a fin de que la ley de la plegaria sirviese de este modo para establecer la ley de la creencia. [Lectio7] Lectura del Santo Evangelio según San Lucas !Lc 1:26-28 En aquel tiempo: Envió Dios al Ángel Gabriel a Nazaret, ciudad de Galilea, a una Virgen desposada con un varón de la casa de David, llamado José, y el nombre de la Virgen era María. Y lo que sigue. _ Homilía de San Bernardo, Abad. !Homilía 2 sobre Missus est. Alégrate, oh padre Adán, pero tú, madre Eva, alégrate aún más. Así como fuisteis los primeros padres de todos los hombres, fuisteis también causantes de su muerte; y, lo que es más, causasteis su muerte antes de darles la vida. Consolaos ambos, repito, al pensar en vuestra hija y en semejante hija. Alégrese, empero, especialmente, la que fue la causante primera del mal cuyo oprobio se ha trasmitido a todas las mujeres. En efecto, llega ya el tiempo en que se borrará este oprobio, y en que el hombre no tendrá ya motivo de recriminar a la mujer; buscando inconsideradamente cómo excusarse, no reparó en acusarla, diciendo: “La mujer que me diste por compañera, me ha ofrecido el fruto del árbol y lo he comido”. Oh Eva, acude, pues, a María; oh madre, acude a la hija; responda la hija por la madre y líbrela del oprobio; satisfaga ella a su padre por la madre; porque si el hombre cayó por una mujer, no se levantará sino por una mujer. [Lectio8] ¿Qué es lo que decías, Adán? “La mujer que me diste, me dio el fruto del árbol, y comí”. Palabras de malicia son éstas, que acrecientan tu culpa en vez de borrarla. Con todo, la Sabiduría ha vencido a la malicia; al interrogarte, se proponía Dios hallar en ti una ocasión de perdonarte, y tú no supiste proporcionársela, mas Él la ha encontrado en los tesoros de su inagotable bondad. Te da otra mujer por esa primera mujer; por esa mujer fatua te da una mujer prudente; por esa mujer soberbia te da una mujer humilde, la cual en vez del fruto de la muerte te dará el fruto de la vida; en vez de aquel venenoso bocado de amargura, te traerá la dulzura del fruto eterno. Por tanto, muda las palabras de la injusta acusación en alabanzas y acción de gracias a Dios, y dile: Señor, la mujer que me diste, me dio del fruto del árbol de la vida y comí de él; y ha sido más dulce que la miel para mi boca, porque con él me has vivificado. He aquí por qué fue enviado el Ángel Gabriel a la Virgen. ¡Oh Virgen admirable y digna en alto grado de todo honor! ¡Oh mujer singularmente venerable, admirable entre todas las mujeres, reparadora de la culpa de tus padres y fuente de vida para sus descendientes! [Lectio9] ¿Y qué otra mujer te parece que anunció Dios, cuando dijo a la serpiente: “Pondré enemistades entre ti y la mujer”? Y si todavía dudas que hablase de María, escucha lo que sigue: “Ella quebrantará tu cabeza”. ¿A quién estaba reservada esta victoria, sino a María? Fue sin duda ella la que quebrantó la venenosa cabeza de la serpiente, venciendo y reduciendo a la nada todas las sugestiones del enemigo, así en los deleites del cuerpo como en la soberbia del espíritu. ¿Qué otra mujer buscaba Salomón, cuando decía: “Quién hallará a la mujer fuerte”? Conocía este sabio la debilidad de este sexo, su frágil cuerpo y su corazón inconstante. No obstante, como conocía la promesa divina, y sabía que convenía que quien había vencido por una mujer fuese vencido por otra, en un transporte de admiración decía: “¿Quién hallará a la mujer fuerte?”; o sea: ya que está dispuesto por el consejo divino que de la mano de una mujer venga la salud de todos nosotros, la restitución de la inocencia y la victoria contra el enemigo, es necesario, por consiguiente, encontrar una mujer fuerte, que sea capaz de obra tan grande. &teDeum