[Rank] In Dedicatione Basilicarum Ss. Apostolorum Petri et Pauli;;Duplex maius;;4;;ex C8 [Lectio1] Del libro del Apocalipsis del Apóstol S. Juan !Ap 21:18-20 18 Su muro era de jaspe, y la ciudad de oro puro, semejante al vidrio puro; 19 y las hiladas del muro de la ciudad eran de todo género de piedras preciosas: la primera, de jaspe; la segunda, de zafiro; la tercera, de calcedonia; la cuarta, de esmeralda; 20 la quinta, de sardónica; la sexta, de cornalina; la séptima, de crisólito; la octava, de berilo; la novena, de topacio; la décima, de crisoprasa; la undécima, de jacinto, y la duodécima, de amatista. [Lectio2] !Ap 21:21-23 21 Las doce puertas eran doce perlas, cada una de las puertas era una perla, y la plaza de la ciudad era de oro puro, como vidrio transparente. 22 Pero templo no vi en ella, pues el Señor, Dios todopoderoso, con el Cordero, era su templo. 23 La ciudad no había menester de sol ni de luna que la iluminasen, porque la gloria de Dios la iluminaba y su lumbrera era el Cordero. [Lectio3] !Ap 21:24-27 24 A su luz caminarán las naciones, y los reyes de la tierra llevarán a ella su gloria. 25 Sus puertas no se cerrarán de día, pues noche allí no habrá, 26 y llevarán a ella la gloria y el honor de las naciones. 27 En ella no entrará cosa impura ni quien cometa abominación y mentira, sino los que están escritos en el libro de la vida del Cordero. [Lectio4] Entre los santuarios venerados en otro tiempo por los cristianos, los más célebres y frecuentados eran aquellos en que habían sido sepultados los cuerpos de los santos o en que se encontraba algún vestigio o algún recuerdo de los mártires. El primero entre estos santuarios, lo ocupó siempre la parte del Vaticano llamada Confesión de San Pedro. Los Cristianos acudían allí de todos los lugares del mundo como a la piedra firme de la fe y al fundamento de la Iglesia, y veneraban con suma religión y piedad el lugar consagrado por el sepulcro del príncipe de los Apóstoles. [Lectio5] Constantino el Grande vino allí a los ocho días de su bautismo; y quitándose la diadema y postrado en tierra, derramó muchas lágrimas. Luego, tomando un azadón y un escardillo, cavó el suelo; y sacando doce espuertas de tierra, en honor de los doce Apóstoles, designó lugar a la basílica de San Pedro y mandó la construcción de una iglesia. El Papa San Silvestre hizo su dedicación el día 18 de noviembre, con los mismos ritos que en la consagración de la iglesia de Letrán, el día 9 del mismo mes. Erigió en ella un altar de piedra, que ungió con el sagrado crisma, y dispuso que sólo se construyeran altares de piedra. El mismo Papa dedicó la basílica del Apóstol San Pablo, edificada con gran magnificencia en el camino de Ostia por el mismo emperador Constantino, quien dotó con grandes riquezas a dichas basílicas y las adornó con espléndidos presentes. [Lectio6] Amenazando la basílica vaticana ruina por la acción del tiempo, fue, por la devoción de muchos Pontífices, totalmente reconstruida según un plan más vasto y magnífico. Urbano VIII la consagró solemnemente en el año 1626, en la misma fecha en que había sido consagrada en su primera erección. Respecto a la basílica de la vía Ostiense, fue casi totalmente destruida por un incendio en 1823; pero gracias a los cuidados de cuatro Papas, ha sido reedificada con mayor esplendor, y como vengada de su desastre. Ofreciose a Pío IX una ocasión para su consagración: la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, que había atraído a Roma, de las más remotas regiones del orbe católico, a muchos cardenales y obispos. La dedicó, pues, solemnemente, rodeado de esta corona de miembros del Sacro Colegio y de obispos, el 10 de diciembre de 1854, fijando en este día la conmemoración de esta solemne Dedicación. [Lectio94] Entre los lugares santos más celebres entre los cristianos, uno de los más importantes ha sido el de la Confesión de San Pedro en el Vaticano, sagrado por la tumba del Príncipe de los Apóstoles. Aquí Constantino el Grande se postró en el suelo y, con pico y pala, marcó el lugar de la basílica, que mandó construir por su propia cuenta. Esta basílica fue dedicada el 18 de noviembre por el Papa San Silvestre, decretando que en adelante los altares se harían solo de piedra. Habiéndose deteriorado por el tiempo, fue reconstruida desde sus cimientos con mayor magnificencia. La dedicación de varios Papas se encargó de la larga tarea de reconstrucción, y en 1626 Urbano VIII consagró la nueva basílica en el aniversario de la dedicación original. También la basílica de San Pablo en el camino de Ostia fue construida por Constantino y consagrada por San Silvestre. Habiendo sido destruida por un gran incendio, fue reconstruida más espléndidamente que antes por la incansable devoción de cuatro papas. Y Pío IX, rodeado por una asamblea solemne de obispos, la consagró con la ocasión de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. &teDeum [Lectio7] Lectura del santo Evangelio según San Lucas !Lc 19:1-10 En aquel tiempo: Habiendo entrado Jesús en Jericó, pasaba por la ciudad. Había allí un hombre muy rico llamado Zaqueo, jefe de los publicanos. Y lo que sigue. _ Homilía de San Gregorio, Papa. !Libro 27 de los Morales, cap. 27, después del medio. Si verdaderamente deseamos ser sabios y contemplar la misma sabiduría, reconozcámonos humildemente por necios. Renunciemos a una sabiduría nociva y aprendamos una locura digna de alabanzas. De ahí que esté escrito: “Dios ha elegido a los necios del mundo, para confundir a los sabios”. De ahí también lo que se lee en otro lugar: “Si alguno parece entre vosotros ser sabio en este siglo, hágase necio para ser sabio”. De ahí finalmente las palabras de la historia evangélica que atestiguan que Zaqueo, no pudiendo ver a causa de la multitud, subió a un sicómoro para ver cómo pasaba el Señor. La palabra sicómoro significa higuera fatua. [Lectio8] Así, Zaqueo, siendo de estatura pequeña, subió a un sicómoro y vio al Señor; porque cuantos humildemente no eligen la necedad del mundo, contemplan la sabiduría de Dios. Y a la verdad, la multitud impide a nuestra pequeñez la vista del Señor, pues la preocupación de las cosas terrenas constituye e impide a la debilidad de la mente humana ver la luz de la verdad. Pero prudentemente subimos al sicómoro, si conservamos con cuidado en nuestro espíritu aquella locura que nos aconsejan los preceptos divinos. Pues ¿qué cosa más necia en este mundo que no buscar lo perdido, abandonar lo que poseemos a los que nos lo usurpan, no devolver injuria alguna por las recibidas, y lo que es más, ser paciente con las recibidas? [Lectio9] El Señor nos ordena en algún modo subir al sicómoro cuando dice: “Al que te quitare lo que es tuyo, no se lo vuelvas a pedir”; y además: “Si alguno te hiriere en la mejilla derecha preséntale la otra”. Desde lo alto del sicómoro, se ve al Señor a su paso; porque, gracias a esta prudente locura, se ve la sabiduría de Dios, no todavía de un modo completo y perdurable, sino a la luz de la contemplación y como al pasar. Por el contrario, los que parecen sabios a sus propios ojos, no sabrían distinguirlo, porque detenidos por la multitud de sus orgullosos pensamientos, no han hallado aún el sicómoro desde donde se ve al Señor. &teDeum