[Officium] S. Theresiæ a Jesu Infante Virginis [Oratio] Oh Señor, que dijiste: Si no os hiciereis como niños no entraréis en el reino de los cielos; concédenos, te rogamos, que con tal humildad y sencillez de corazón imitemos los ejemplos de Santa Teresa, Virgen, y que consigamos los premios eternos. $Qui vivis [Lectio4] Teresa del Niño Jesús nació en Alencón, Francia, de padres que se distinguían por su singular piedad para con Dios. Prevenida por el Espíritu Santo, concibió desde niña el deseo de abrazar la vida religiosa; y prometió a Dios no negarle nada de cuanto le pareciera que Él le pedía; promesa que se esforzó en guardar hasta la hora de la muerte. Huérfana con sólo cinco años, se confió a la divina Providencia, bajo la vigilancia de su padre y de sus hermanas mayores; y con tales maestros, adelantó muy rápido por el camino de la perfección. A los nueve años, fue educada por las benedictinas de Lisieux; durante ese tiempo destacó en el conocimiento de las cosas divinas. A los diez años, sufrió una grave y misteriosa enfermedad, de la cual se vio libre, según refiere ella misma, gracias al auxilio de la Santísima Virgen, que se le apareció sonriente durante una novena dedicada a la advocación de Nuestra Señora de las Victorias. Con su espíritu lleno de fervor, se preparó con esmero para participar en el sagrado convite en que Jesucristo se da como alimento de nuestras almas. [Lectio5] Recibida la primera comunión, se manifestó en ella un hambre insaciable de este celestial alimento. Como inspirada, pedía a Jesús le trocara en amarguras todas las mundanas consolaciones. Y ardiendo en amor hacia nuestro Señor Jesucristo y su Iglesia, no deseó en adelante otra cosa que ingresar en la Orden de las Carmelitas Descalzas, para poder, mediante su inmolación y sacrificios, venir en ayuda de los sacerdotes, los misioneros y de toda la Iglesia, y ganar muchas almas para Jesucristo, cosa que más tarde, próxima a morir, prometió seguir haciendo cuando se hallara cerca de Dios. Tuvo grandes dificultades para entrar en la vida religiosa, debido a su juventud, pero consiguió vencerlas con increíble fortaleza, y tuvo la dicha de entrar a los quince años en el Carmelo de Lisieux. Allí obró Dios admirables cosas en el corazón de Teresa, la cual, imitando la vida oculta de la Virgen María, produjo como fértil jardín las flores de todas las virtudes, y principalmente la de una eminente caridad para con Dios y con el prójimo. [Lectio6] Al leer en las Sagradas Escrituras esta invitación: El que sea pequeño, que venga a mí, deseando agradar más a Dios, quiso hacerse pequeña según el espíritu, y con una confianza del todo filial, se entregó para siempre a Dios como al más amante de los padres. Y este camino de la infancia espiritual, según la doctrina del Evangelio, lo enseñó a los demás, especialmente a las novicias, de cuya formación en las virtudes religiosas hubo de encargarse por obediencia; y de esta manera, llena de celo apostólico, mostró a un mundo henchido de soberbia y amador de la vanidad, el camino de la sencillez evangélica. Jesús, su Esposo, la enardeció con deseos de sufrir en el alma y en el cuerpo. Viendo, con gran dolor, que el amor de Dios es olvidado en todas partes, dos años antes de morir se ofreció como víctima al amor misericordioso de Dios. Se sintió, entonces, herida por una llama de celestes ardores. Por último, consumida por el amor, arrebatada y exclamando con gran fervor: ¡Oh Dios mío, yo os amo, voló al encuentro del Esposo, el 30 de septiembre de 1897 a la edad de 24 años. La promesa que hizo al morir, de dejar caer sobre la tierra, a partir de su entrada en el cielo, una perpetua lluvia de rosas, la ha cumplido, y sigue cumpliéndola, con innumerables milagros. Por esto el Papa Pío XI la inscribió entre las Vírgenes Beatas, y dos años más tarde, con ocasión del gran Jubileo, la canonizó, declarándola especial Patrona de todos los misioneros. [Lectio94] Teresa del Niño Jesús nació de padres muy piadosos en Alencon, Francia. Cuando tenía cinco años perdió a su madre, se entregó por completo a la providencia de Dios bajo el cuidado de su amoroso padre y sus hermanas mayores, y con tales maestros avanzó con pasos de gigante en el camino de la perfección. A los nueve años, la enviaron a las monjas benedictinas de Lisieux para que la educaran. Luego, a la edad de diez años, fue atormentada por una enfermedad desconocida y grave, de la que fue divinamente liberada con la ayuda de Nuestra Señora de la Victoria. Llena de fervor angelical fue por primera vez al banquete sagrado, despertando en ella un hambre insaciable de este celestial alimento. Deseaba ingresar a la Orden de las Carmelitas Descalzas pero, debido a su edad, tuvo muchas dificultades. Venció valientemente las dificultades y felizmente entró en el Carmelo de Lisieux a la edad de 15 años. Allí se abrasó en el amor a Dios y al prójimo. Siguió el camino de la infancia espiritual conforme a las enseñanzas de los Evangelios, y se lo enseñó a otras, especialmente a las novicias. Inflamada por el deseo de sufrir, se ofreció dos años antes de morir como víctima del amor misericordioso de Dios. A la edad de 24 años, el 30 de septiembre de 1897 voló al encuentro del Esposo celestial. Pío XI la inscribió entre las Vírgenes Beatas, y dos años después, con motivo del gran jubileo, la colocó solemnemente entre los santos y la declaró Patrona especial de todas las Misiones. &teDeum [Lectio7] Lectura del Santo Evangelio según San Mateo !Mt 18:1-4 En aquel tiempo: Acercáronse los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién pensáis que será el mayor en el reino de los cielos? Y lo que sigue. _ Homilía de San León, Papa. !Sermón 37, 7º sobre la Epifanía. Todo método para adquirir la sabiduría cristiana, amados míos, no consiste en la abundancia de palabras, ni en la sutileza en la discusión, ni en el deseo de gloria y alabanzas, sino en aquella verdadera y voluntaria humildad que Nuestro Señor Jesucristo eligió y enseñó desde su encarnación hasta su muerte en cruz. Pues, cuando sus discípulos contendían, según refiere el Evangelista, sobre cuál sería el mayor en el reino de los cielos, llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: En verdad, os digo, que si no os convirtiereis y no os hiciereis como los niños, no entraréis en el reino de los cielos y cualquiera que se humille haciéndose como este niño, será el mayor en el reino de los cielos. Cristo ama la infancia, por ser el primer estado que asumió su alma y su cuerpo; por ser la humildad, modelo de inocencia y de mansedumbre; porque a ella quiere encaminar la conducta de los mayores y ancianos, a cuya imitación deben tender aquellos a quienes desea elevar al Reino eterno. [Lectio8] Para que podamos conocer plenamente cómo podemos hacer un cambio tan maravilloso y cómo debemos regresar a la infancia, nos instruye San Pablo, diciendo: No se hagan niños en inteligencia, sino niños en malicia. Por lo tanto, no debemos volver a los juegos y las cosas imperfectas de la primera infancia, sino tomar de ella lo que sea apropiado para los años maduros, para que la perturbación pase rápida y el retorno a la paz sea presto, olvidando las ofensas, no codiciando dignidades; olvidando las heridas; con indiferencia hacia las dignidades; con amor y espíritu de sociabilidad y con igualdad del ánimo. Es un gran bien no saber cómo dañar; porque en perjudicar a los demás y en devolver injuria por injuria consiste la prudencia del mundo, pero no devolver mal por mal es propio de la infancia y de la paciencia cristiana. [Lectio9] El misterio de la fiesta de este día, amados, nos llama a asemejarnos a los niños. El Salvador, adorado por los Magos siendo niño, nos inculca este tipo de humildad. Para mostrar la gloria preparada a los que lo imiten, consagró por martirio a los que nacieron al mismo tiempo que Él. Así quiso que los niños nacidos en Belén, donde nació Cristo, en virtud de compartir misma edad, se hicieron partícipes de su pasión. Que los fieles amen la humildad y eludan toda arrogancia. Prefiera cada uno a su hermano como a sí mismo. Nadie busque su interés, sino el de los demás. Así la caridad abundará en todos, y el veneno de la envidia no se encontrará en nadie. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. Esta es la enseñanza de nuestro Señor Jesucristo, quien con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina, Dios, por los siglos de los siglos. Amén. &teDeum