[Officium] S. Hieronymi Presbyteris Confessoris et Ecclesiæ Doctoris [Name] Jerónimo [Oratio] Oh Dios, que para exponer las sagradas Escrituras te dignaste proporcionar a la Iglesia, como Doctor máximo, al bienaventurado Jerónimo, tu Confesor; haz, te rogamos, que, secundados por sus méritos, podamos practicar, con tu auxilio, lo que él enseñó de palabra y con las obras. $Per Dominum [Lectio4] Jerónimo, hijo de Eusebio, nació en Stridón (Dalmacia) en tiempo del emperador Constancio, y fue bautizado de adolescente en Roma, e instruido en las ciencias liberales en la escuela de Donato y de otros sabios. Por el deseo de conocimientos recorrió las Galias, teniendo relación con algunos varones versados en las Sagradas Escrituras, y transcribió varios de sus libros. Luego fue a Grecia donde, estando ya instruido en filosofía y retórica, se perfeccionó más con la amistad de ilustres teólogos. Fue discípulo predilecto de Gregorio Nazianceno, en Constantinopla, al cual debe, según propia confesión, su ciencia escriturística. Visitó luego, por devoción, los lugares de la infancia de nuestro Señor Jesucristo, y toda la Palestina. Este viaje le puso en relación con hebreos eruditos, sirviéndole de mucho, según él declara, para penetrar en el sentido de la sagrada Escritura. [Lectio5] Se retiró después a un desierto de Siria, dedicándose cuatro años al estudio de los libros sagrados y a meditar sobre la felicidad del cielo, mortificándose con abstinencias y maceraciones corporales y derramando lágrimas. Ordenado sacerdote por Paulino, Obispo de Antioquía, pasó a Roma, para tratar con el Papa Dámaso de las diferencias habidas entre algunos obispos de Paulino y Epifanio, y fue secretario del Papa en su correspondencia. Deseoso de volver a la soledad, regresó a Palestina, donde en el monasterio fundado en Belén, donde nació nuestro Señor Jesucristo, por Paula, noble matrona romana, adoptó un género de vida celestial. A pesar de las varias enfermedades y dolencias que le afligían, se sobreponía, entregándose a devotas ocupaciones y a la lectura y a la composición de sus escritos. [Lectio6] Acudían a él de todos los lugares, para la explicación de las cuestiones relativas a las sagradas Escrituras. Le consultaban con frecuencia sobre los pasajes más difíciles de los Libros sagrados el Papa Dámaso y San Agustín, fiados en su erudición, y en su dominio del latín, del griego, del hebreo y del caldeo, y en el conocimiento que tenía por sus lecturas, según atestigua San Agustín, de las obras de casi todos los escritores. Combatió a los herejes con escritos enérgicos, y se atrajo siempre el favor de los fervientes ortodoxos. Tradujo el Antiguo Testamento del hebreo al latín; corrigió, por orden de Dámaso, el Nuevo Testamento conforme a los manuscritos griegos, y comentó parte del mismo. Vertió al latín los escritos de multitud de sabios, e ilustró las ciencias cristianas con otras obras suyas. Llegado a una edad muy avanzada, siendo ilustre por su santidad y sabiduría, voló al cielo, en tiempo de Honorio. Sepultado primero en Belén, fue después trasladado a Roma, a la basílica de Santa María la Mayor. [Lectio94] Jerónimo nació en Stridon, Dalmacia; fue bautizado en Roma siendo adolescente, y educado en las ciencias por Donato y otros muy cultos; viajó por devoción a Palestina. Más tarde se retiró a un desierto en Siria, donde pasó cuatro años estudiando los libros sagrados y meditando la dicha celestial. Ordenado sacerdote por Paulino, obispo de Antioquía, regresó a Palestina, y en Belén, cerca de la cuna de Cristo el Señor, adoptó una forma de vida completamente celestial. Superó todas las trampas del demonio, dedicándose sin pausa a las obras pías, al estudio y a la composición de las obras. De todos lados recurrían a él en los asuntos de la Sagrada Escritura. El Papa Dámaso y San Agustín lo consultaban sobre los pasajes más difíciles de las Escrituras, sobre su ciencia eminente y sobre el conocimiento que tenía no solo del latín y el griego, sino también del hebreo y del caldeo. Tradujo el Antiguo Testamento del hebreo; por orden del papa Dámaso, corrigió el Nuevo Testamento conforme a los originales griegos y comentó una gran parte de él. Murió en una edad muy avanzada. Su cuerpo, enterrado en Belén, luego fue trasladado a la Basílica de Santa María Mayor, en Roma. &teDeum [Lectio7] Lectura del Santo Evangelio según San Mateo !Mt 5:13-19 En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la sal de la tierra. Y si la sal se hace insípida, ¿con qué se le volverá el sabor? Y lo que sigue. _ Homilía de San Jerónimo, Presbítero. !Comentario sobre San Mateo 4, 1. Apóstoles y Doctores son llamados sal, porque su doctrina es condimento de todo el género humano. Y si la sal se hace insípida ¿con qué se le devolverá el sabor? Si un doctor se equivoca ¿por qué otro doctor será corregido? Para nada más será útil, sino para ser arrojada lejos y pisada por los hombres. La comparación está sacada de la agricultura. La sal es necesaria para sazonar y para evitar la corrupción de las carnes, pero no tiene ninguna otra utilidad. Leemos en algunos escritos que a algunas poblaciones, los vencedores mandaron sembrarlas de sal para que la vegetación no pudiera crecer en ellas. [Lectio8] Consideren los doctores y los obispos, que los poderosos serán atormentados poderosamente, que si se pierden será sin remedio, y que la caída de los grandes les hunde en el infierno. Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad encima de una montaña no puede ocultarse. Ni se enciende la luz para ponerla debajo del celemín sino sobre una candelera para que alumbre a todos los de la casa. Vemos aquí lo animosa que debe ser la predicación: en lugar de esconderse, a semejanza de la luz bajo el celemín, deben los apóstoles con entera libertad predicar sobre los tejados lo que han oído en la intimidad. [Lectio9] No creáis que he venido a destruir la ley ni los profetas; no he venido a abolirla, sino a darle cumplimiento. Le dio el Señor cumplimiento, ya realizando lo que otros habían profetizado acerca de Él, ya completando en su predicación ciertos puntos que antes, por causa tal vez de la debilidad de los oyentes habían sido únicamente indicados y bosquejados. Vémosle, por ejemplo, reprobar todo sentimiento de ira, abolir la pena del talión, y condenar la concupiscencia escondida en el fondo del alma. Hasta que pasen el cielo y la tierra. Se nos promete aquí un cielo nuevo y una tierra nueva, que formará nuestro Dios y Señor. Así, pues, si hay que crear cosas nuevas, las antiguas han de pasar. &teDeum