[Officium] S. Cosmæ et Damiani Martyrum [Oratio] Te rogamos nos concedas, oh Dios omnipotente, que cuantos celebramos el nacimiento a la vida eterna de tus santos mártires Cosme y Damián, nos veamos libres, por su intercesión, de todos los males que nos amenazan. $Per Dominum [Lectio4] Los hermanos Cosme y Damián, originarios de Egea, Arabia, eran médicos distinguidos durante los reinados de Diocleciano y Maximiano. Tanto como por su ciencia médica, curaban con la virtud de Cristo aun aquellas enfermedades incurables. Enterado el prefecto Lisias de su religión, mandó traerlos a su presencia, y les interrogó sobre su género de vida y su profesión de fe; y al declarar ellos que eran cristianos, y que la fe cristiana es necesaria para salvarse, mandó que sacrificaran a los dioses, amenazándolos con tormento y a una cruel muerte si se negaban a hacerlo. [Lectio5] Cuando se convenció de lo inútil de sus esfuerzos, dijo: Atadles de pies y manos, y aplicadles los más terribles suplicios. Cumplidas estas órdenes, Cosme y Damián persistieron en sus negativas. Entonces los arrojaron con los pies atados al mar, que los devolvió sanos y y libres de sus ataduras, prodigio que el prefecto atribuyó a sus artes mágicas, por lo cual mandó encarcelarlos. Al día siguiente los sacó de la prisión y los echó a una pira ardiente, cuyas llamas se desviaron de ellos. Tras de haberles hecho atormentar cruelmente con otros suplicios, mandó que murieran a hachazos. Así, confesando a Jesucristo, obtuvieron ambos la palma del martirio. [Lectio94] Cosme y Damián, hermanos árabes, nacieron en Egea; ilustres doctores, bajo los emperadores Diocleciano y Maximiano, curaban, más con la virtud de Cristo que con la ciencia médica, incluso enfermedades consideradas incurables. Enterado el prefecto Lysias de cuál era su religión, los condujo ante él y les preguntó sobre su forma de vida y su fe; dado que se declararon valientemente cristianos y confesaron la necesidad de la fe cristiana para salvarse, Lisias les ordenó que adoraran a los dioses, amenazándolos con la tortura y la muerte cruel en caso de rechazo. Al ver que sus amenazas eran vanas: “Ate las manos y los pies”, ordenó, “y tortúrelos con las torturas más refinadas”. A pesar de la ejecución de estas órdenes, Cosme y Damián persistieron en su rechazo. Luego, atados como estaban, fueron arrojados a alta mar. Salieron seguros y sueltos: el prefecto lo atribuyó a las artes mágicas y los metió en la cárcel; al día siguiente ordenó que los arrojaran a un fuego ardiente. Como las llamas se deviaban de ellos, tras crueles tormentos, los hizo decapitar; así, ambos recibieron la palma del martirio, confesando a Jesucristo. &teDeum