[Officium] Octava S. Laurentii Martyris [Lectio4] Del Tratado de San Agustín, Obispo. !Tratado 27 sobre San Juan, hacia el final. Somos conscientes, hermanos, de que todos los que estamos en el cuerpo del Señor y permanecemos en él y él permanece en nosotros, hemos de vivir hasta el final en este mundo entre los malvados; no digo entre los malvados que blasfeman de Cristo, pues son pocos los que blasfeman con la lengua, sino que muchos lo hacen con su vida. Es preciso, entonces, que vivamos hasta el final con ellos. Pero ¿quién fue quien dijo: «Él permanece en mí, y yo en él»? ¿Qué escuchaban los Mártires, si no era: «Quien perseverare hasta el fin, ése se salvará»? [Lectio5] ¿De qué modo permaneció en él San Lorenzo, cuya fiesta celebramos hoy? Permaneció en él hasta la tentación, permaneció hasta el interrogatorio del tirano, permaneció hasta la terrible sentencia, permanció hasta la muerte. Poco hemos dicho, pues permaneció hasta la tortura, que no fue muerto rápidamente, sino que fue atormentado con el fuego. Se le dejó vivir mucho tiempo, o mejor dicho, se le hizo morir poco a poco. Durante esta larga muerte, en tal agonía, puesto que bien pudo comer y beber, pues comió de aquel Alimento, y bebió de aquel Cáliz, no padeció por los tormentos. [Lectio6] Ya le había dicho San Sixto, Mártir, cuyo día celebramos hace cinco días: «No te entristezcas, hijo -pues era éste obispo, y aquél diácono-, pues en tres días me seguirás». Los tres días mencionados son los que transcurrieron entre la pasión de San Sixto y el día de hoy de la pasión de San Lorenzo, los tres días de en medio. ¡Oh consolación! No dijo: «No te entristezcas, hijo, la persecución llegará a su fin y estarás a salvo». Sino que: «Pasarán tres días, y estarás conmigo». Lorenzo aceptó el oráculo, venció al demonio y logró el triunfo. [Lectio7] Lectura del Santo Evangelio según San Juan !Jn 12:24-28 En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo, después de echado en tierra, no muere, queda infecundo. Y lo que sigue. _ Homilia de San Juan Crisóstomo. !Homilia 66 sobre San Juan. Dulce es esta vida, y llena de numerosas delicias, aunque no para todos, sino para los que la aman. Pero si alguien pone sus miras en el cielo y sopesa las cosas excelsas que allí ahí, no podrá sino tener en poco esta vida y despreciarla. La belleza de los cuerpos es así admirada en tanto que no vemos otra mejor; pero no bien aparece otra belleza más alta, la anterior pierde para nosotros su valor. Si miramos la belleza de arriba, y consideramos la hermosura del reino de los cielos, desharemos al punto los lazos que nos atan a este mundo. [Lectio8] Y tal lazo es el apego a las cosas terrenales, a cuya disolución nos exhortó Cristo, escuchad lo que dice: «El que ama su alma la perderá, mas el que aborrece su alma en este mundo la conserva para la vida eterna». Y parece dicho por enigma, pero no es tal, sino que son palabras llenas de preclara sabiduría. ¿Cómo puede ser que quien ama su vida, la pierda? Corrompiéndola dándose a placeres sin sentido, cediendo a ellas más allá de lo debido. Y al contrario, el que la odia en el mundo, la conserva, esto es, no obedeciendo cuando se le sugiere lo que le es dañino. [Lectio9] Y no dijo «el que no obecede», sino «quien odia». Lo mismo que no podemos ni ver la cara u ni oír la voz de quienes odiamos, así nuestra alma debe resistirse con vehemencia si se nos ordena sobrepasar la voluntad de Dios. Él les iba a hablar sobre la muerte, incluso de su muerte, y previo su tristeza y desmayo, por lo que habló con rudeza diciendo: «¿Qué digo, si no asumís generosamente mi muerte? Si vostros mismos no morís, no lograréis recompensa». &teDeum