[Officium] S. Joannis Mariæ Vianney Confessoris [Oratio] Omnipotente y misericordioso Dios, que hiciste admirable al bienaventurado Juan María por su celo pastoral y por el constante ardor en la oración y penitencia, te rogamos nos concedas que, con su ejemplo e intercesión, podamos ganar para Cristo las almas de nuestros hermanos y con ellos conseguir la gloria eterna. $Per eumdem [Lectio4] Juan María Vianney nació en Dardilly, diócesis de Lión, de familia de píos campesinos; dio desde su niñez indicios de santidad. A los ocho años, mientras guardaba las ovejas, acostumbraba a enseñar el rezo del rosario, de palabra y ejemplo, a los otros niños arrodillados ante una imagen de la Madre de Dios, o suplicaba a su hermana o a otro que le guardaran el rebaño para poder entregarse en un lugar solitario a la oración ante una imagen de la Virgen. Por amor a los pobres ponía sus delicias en conducirlos por grupos a su casa paterna socorriéndoles en toda forma. Para ser instruido, fue confiado al párroco de Ecully; pero encontró en el estudio muchas dificultades. Con el ayuno y la oración imploró el auxilio divino para obtener las disposiciones para aprender, y se dirigió al sepulcro de San Francisco de Regis. Tras cursar con gran dificultad la Teología, fue estimado idóneo para ordenarle sacerdote. [Lectio5] Nombrado vicario de la aldea de Ecully, y bajo la dirección del párroco, se esforzó en adquirir la mayor perfección en su oficio pastoral. Tres años después, se le destinó al pueblo de Ars, que al poco tiempo fue agregado a la diócesis de Belley; y allí, como un ángel venido del cielo, logró cambiar la faz de la parroquia, convirtiendo el descuido y abandono en que la encontró en florecimiento espiritual. Dedicaba muchas horas cada día a la confesión y a la dirección de conciencias; estableció la recepción frecuente de la Eucaristía, fundó pías asociaciones, e impulsó en las almas la devoción a la Inmaculada Virgen. Convencido de que es deber del pastor expiar las faltas de su rebaño, no ahorraba las oraciones, vigilias, maceraciones y ayunos. No pudiendo Satán sufrir tanta virtud, intentó al principio molestarle con diversas vejaciones, y le declaró después la guerra abierta; pero Juan María sufrió pacientemente las más atroces aflicciones. [Lectio6] Invitado con frecuencia por los párrocos vecinos para trabajar en la salvación de las almas a manera de misionero, ya por la predicación, ya por las confesiones, lo hallaban siempre dispuesto para ayudar a todos. Inflamado en el celo de la gloria de Dios, consiguió establecer misiones, con los actos piadosos que con ocasión de ellas se celebran, en más de cien parroquias, asegurándolas con fundaciones. Entretanto, Dios esclarecía a su servidor con carismas sobrenaturales y con el don de obrar milagros, y ello fue el origen de la célebre peregrinación que durante veinte años llevaba a Ars anualmente unas cien mil personas de toda edad y condición, no sólo de Francia y de todo Europa, sino de las más lejanas regiones de América. Consumido por los trabajos más que por la edad, se durmió en el ósculo del Señor, después de anunciar el día de su muerte, el cuatro de agosto de 1859, a la edad de 73 años. Glorificado por muchos milagros, Pío X le proclamó beato y Pío XI, Santo, con ocasión del año jubilar de 1925, y extendió su fiesta a toda la Iglesia. [Lectio94] Juan María Vianney nació en Dardilly, diócesis de Lión. Dando señales de futura santidad, ya con ocho años, criando ovejas, guiaba a otros niños a arrodillarse ante la imagen de la Madre de Dios, enseñándoles el rosario con palabras y ejemplos, y le gustaba meditar en cosas divinas en el campo. Tenía gran caridad a los pobres y se deleitaba ayudándolos en todo. Fue lento para aprender, pero después de implorar la ayuda de Dios y trabajar duro para completar su curso de teología, se lo consideró apto para ser ordenado. Como pastor logró el florecimiento espiritual en una parroquia que no había sido más que un páramo seco. Ocupado todos los días en escuchar confesiones y en dar consejos espirituales, soportó pacientemente los ataques más horribles de Satanás. Estableció la práctica de hacer misiones en más de cien parroquias. Los fieles acudían en masa a su parroquia, incluso desde lugares distantes, en un santo deseo de verlo; pero no compartía la alta opinión que tenían sobre él, y más de una vez trató de escabullirse. Más agotado por sus labores que por la vejez, descansó en el Señor a la edad de 73 años, el día que había predicho, el 4 de agosto de 1859. Famoso por muchos milagros, fue proclamado beato por S. Pío X, y entre los santos por Pío XI, que en el 50º aniversario de su propio sacerdocio, lo nombró el patrón celestial de todos los párrocos. &teDeum