[Officium] S. Jacobi Apostoli [Oratio] Oh Señor, santifica y guarda a tu pueblo, para que, protegido por los auxilios de tu Apóstol Santiago, te sea agradable con sus obras y te sirva con tranquilidad de espíritu. $Per Dominum [Lectio4] Santiago, hijo del Zebedeo, hermano del Apóstol Juan, natural de Galilea, llamado junto con su hermano entre los primeros apóstoles, abandonando a su padre y sus redes, siguió al Señor; y ambos fueron designados por Jesús con el nombre de Boanerges: Hijos del trueno. Fue uno de los tres apóstoles preferidos del Salvador, a quienes escogió como testigos de su Transfiguración, del milagro en el que resucitó a la hija del príncipe de la Sinagoga, y como acompañantes en el huerto de los Olivos, cuando se retiró a orar al Padre antes de ser detenido por los Judíos. [Lectio5] Tras la ascensión de Jesucristo a los cielos, predicó en Judea y Samaría la divinidad de éste, y ganó a muchos para la fe cristiana. Partió luego a España, donde convirtió a algunos a la religión de Jesucristo; siete de ellos, consagrados Obispos por San Pedro, fueron los primeros enviados a España. De vuelta a Jerusalén, como convirtiese a la fe, entre otros, al mago Hermógenes, Herodes Agripa, elevado al trono bajo el Emperador Claudio, para ganarse la voluntad de los judíos, pretextando que Santiago predicaba libremente la divinidad de Jesucristo, le condenó a muerte. Al verle soportar tan valerosamente el martirio, el que lo había conducido al tribunal se declaró al punto cristiano. [Lectio6] Cuando los llevaban al suplicio, pidió éste perdón a Santiago; el cual besándole, le respondió: La paz sea contigo. Ambos murieron heridos por el hacha; poco antes Santiago había curado a un paralítico. Su cuerpo fue trasladado más tarde a Compostela, donde se le tributa un culto popular y le visitan peregrinos de todo el mundo que acuden allí por su devoción y a cumplir sus votos. En este día de su traslación, la Iglesia celebra la memoria de su muerte, ya que en las proximidades de la Pascua fue cuando él, antes que todos los Apóstoles, dio testimonio de Jesucristo, derramando su sangre en Jerusalén. [Lectio7] Lectura del Santo Evangelio según San Mateo !Mt 20:20-23 En aquel tiempo: Se acercó a Jesús la madre de los hijos del Zebedeo, con sus hijos, adorándole y pidiéndole alguna cosa. Y lo que sigue. _ Homilía de San Juan Crisóstomo. !Homilía 66 sobre San Mateo. Nadie se turbe al oírnos decir que los Apóstoles fueron tan imperfectos, ya que no se había consumado aún el misterio de la cruz, ni se había aún infundido en sus corazones la gracia del Espíritu Santo. Si quieres conocer su virtud, considera lo que fueron después de recibir la gracia del Espíritu Santo, y les verás triunfar de toda perversa inclinación. Por esto se pone de manifiesto ahora su imperfección, para que puedas ver claramente la transformación que obró en ellos la gracia. En esta ocasión no pedían nada espiritual y que ni remotamente pensaban en el reino de los cielos. Pero veamos el modo como se acercan al Señor y qué es lo que le dicen: “Queremos, le dicen, que nos otorgues cuanto te pidamos”. A lo cual, Cristo replica: “¿Y qué es lo que queréis?”; no porque lo ignore, sino para que descubrieran en su respuesta la llaga de su alma, y poder aplicarles la medicina. [Lectio8] Mas ellos, confusos y avergonzados, pues eran impulsados por ambiciones humanas, tomaron a Cristo aparte de los demás discípulos, para que éstos no se enterasen, para hacerle a solas su demanda. Así expusieron lo que deseaban. Aspiraban, según mi opinión, a que les fueran reservados los primeros de aquellos tronos que Jesús había prometido a los Apóstoles. Conocían la predilección que Jesús les profesaba; mas temiendo que Pedro fuese preferido, se atrevieron a pedirle: “Manda que nos sentemos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”. Y para obligarle, le dicen: “Manda”. ¿Qué les responderá Jesús? Dándoles a entender que no solicitaban nada espiritual, y que ni siquiera sabían lo que pedían, pues de saberlo, no osarían pedirlo, les responde: “¡No sabéis lo que pedís!”; ignoráis cuán grande y cuán admirable es esto, y hasta dónde es superior a las Virtudes celestiales. [Lectio9] Y añadió: “¿Podéis beber el cáliz que Yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que Yo soy bautizado?”. Ya véis cuán pronto desvaneció sus ilusiones, anunciándoles precisamente todo lo contrario de lo que deseaban. Porque vosotros, parece decirles, me habláis de honores y de coronas; mas Yo me ocupo sólo de luchas y de sudores. No es hora todavía de recompensas, ni la gloria que me corresponde ha de manifestarse ahora; estamos aún en tiempo de persecución y de peligros. Fijémonos, empero, cómo con la misma pregunta los exhorta y atrae. No les dice: ¿Podéis afrontar la muerte? ¿Podéis derramar la sangre? Sino: “¿Podéis beber el cáliz, y para estimularles añade: que Yo he de beber?”: para disponerlos mejor a sufrir con la perspectiva de participar en sus mismos sufrimientos. &teDeum