[Officium] S. Hieronymi Æmiliani Confessoris [Oratio] Oh Dios, Padre de las misericordias, concédenos por los méritos e intercesión del bienaventurado Jerónimo, que quisiste fuera el protector y padre de los huérfanos, que guardemos con toda fidelidad el espíritu de adopción por el cual nos llamamos y somos hijos tuyos. $Per Dominum [Lectio4] Jerónimo, natural de Venecia, de la familia patricia de los Emiliano, inició desde su juventud la carrera de las armas y se encargó, en tiempos críticos para la república, de la defensa de Castelnuovo, cerca de Quero, en los montes de Treviso. Sus enemigos tomaron la ciudadela y le arrojaron, con los pies y manos encadenados, a una horrible prisión. Viéndose privado de todo auxilio, acudió a la Santísima Virgen, la cual oyó sus oraciones, se le apareció, rompió sus cadenas y le condujo salvo hasta la vista de Treviso, pasando entre los enemigos. Una vez en la población, colgó del altar de la Madre de Dios, a la cual se había consagrado, las esposas y las cadenas que había traído. De vuelta a Venecia, se dedicó al servicio de Dios, y trabajó con celo admirable para los pobres, principalmente con los niños huérfanos que andaban errantes, y faltos de todo lo necesario. Alquilando locales para recogerlos, los alimentaba con sus propios recursos y los formaba en las costumbres cristianas. [Lectio5] Desembarcaron a la sazón en Venecia el bienaventurado Cayetano y Pedro Carafa, -más tarde el Papa Paulo IV-. Aprobaron el espíritu que animaba a San Jerónimo, y su obra encaminada a recoger a los huérfanos; y le condujeron al hospital de incurables de la ciudad, donde su caridad se ejercitaría educando y sirviendo a los huérfanos. No tardó, aconsejado por ellos, en dirigirse al continente donde erigió orfelinatos; primero en Brescia, y después en Bérgamo, y Como; Bérgamo fue donde más desplegó su celo, pues, además de dos orfelinatos, uno para niños y otro para niñas, abrió (cosa nueva en aquellos lares) una casa para albergar a las mujeres de vida airada que se convirtieran. En Somasca, aldea de Bérgamo, en los confines de los dominios de Venecia, fundó una residencia para sí y para lo suyos, y en ella organizó una congregación que ha tomado del lugar el nombre de Somasca. A medida que fue extendiéndose, para mayor provecho de la sociedad cristiana, se dedicó también a iniciar a los jóvenes en el estudio de las letras y a formarles en las buenos costumbres, en colegios, academias y seminarios. El Pontífice San Pío V admitió esta congregación entre las Órdenes religiosas, y otros Pontífices la enriquecieron además con privilegios. [Lectio6] Sólo pensando en los huérfanos que se proponía recoger, se dirigió a Milán y a Pavía; en estas ciudades, merced a favores, procuró a una multitud de niños, albergue, provisiones, vestidos y maestros. De vuelta a Somasca, consagrándose a todos, no retrocedía ante trabajos que pudieran ser de provecho para el prójimo. Se mezclaba con los campesinos durante la cosecha, y mientras les ayudaba en sus trabajos, les explicaba los misterios de la fe. Cuidaba a los niños con una paciencia que llegaba hasta limpiarles la cabeza cubierta de tiña; curaba las más repugnantes llagas de los campesinos, y parecía estar dotado de la gracia de curaciones. Se retiró a una cueva del monte Somasca, y castigando su cuerpo con disciplinas, permaneciendo en ayunas durante días enteros, pasando en oración la mayor parte de la noche y permitiéndose sólo un breve sueño sobre la dura piedra, lloraba sus pecados y los ajenos. Al fondo de aquella cueva, brotó una fuente de la peña viva. Una constante tradición atribuye su aparición a las oraciones del Santo; hasta nuestros días ha manado sin interrupción, y el agua que allí nace, llevada a diversos países, cura a muchos enfermos. Habiéndose, por último, propagado una epidemia en aquel valle, Jerónimo la contrajo mientras se entregaba al cuidado de los apestados y cargaba los cadáveres sobre sus espaldas para conducirlos al lugar de la sepultura. Su preciosa muerte, que él había anunciado con alguna anticipación, ocurrió en el año 1537; así en la vida como en la muerte, fue célebre por sus muchos milagros. Benito XIV le beatificó, y Clemente XIII le inscribió entre los Santos. [Lectio94] Jerónimo, nacido en Venecia de la familia patricia de los Emiliano, comenzó la carrera militar de joven. Cuando la república estaba en grandes dificultades, fue nombrado comandante de Castelnuovo, cerca de Quero, en los montes de Treviso. La ciudadela fue tomada por el enemigo y él mismo fue arrojado a una mazmorra horrible, de la cual fue liberado con la ayuda de la Santísima Virgen. En Venecia, comenzó a dedicarse con gran celo a las obras de caridad, especialmente con los huérfanos vagabundos de la ciudad, a los que llevaba a las casas que contrataba, donde los alimentaba a su costa y los educaba. Por entonces, el bendito Cayetano y Pedro Carafa, más tarde Paulo IV, llegaron a Venecia. Aprobando el espíritu de Jerónimo, lo llevaron al hospital para incurables, donde podía educar a huérfanos y servir a los enfermos. Pronto, a instancias de ellos, fue al continente; primero en Brescia, luego en Bérgamo y Como, fundó orfelinatos y otras instituciones de caridad. Finalmente, se instaló en Somasca, una aldea en Bérgamo, y la convirtió en la sede de una nueva congregación, que llamó Somasca, y que fue aprobada por San Pío V. Finalmente contrajo una enfermedad contagiosa mientras servía a los apestados y entregó su vida a la edad de 57 años, en el año 1537. &teDeum [Lectio7] Lectura del Santo Evangelio según San Mateo !Mt 19:13-21 En aquel tiempo: Fueron presentados a Jesús unos niños para que les impusiera las manos y orase. Y lo que sigue. _ Homilía de San Juan Crisóstomo. !Homilía 62 sobre San Mateo. ¿Por qué los Apóstoles apartaban a los niños? Por consideración a su dignidad. Mas ¿qué hizo Jesús, entonces? Para inculcarles sentimientos de humildad, y enseñarles a hollar el fausto mundano, acoge a los niños, y los abraza, y promete el reino de los cielos a los que se les asemejan, como ya lo había hecho antes. ¿Deseamos, pues, nosotros ser participantes de esta herencia? Pongamos mucho cuidado en ejercitarnos en esta virtud. Porque el juntar la simplicidad con la prudencia constituye, más que la cumbre de la sabiduría humana, la vida angelical. El alma de un niño pequeñito no tiene vicio; no se acuerda de las injurias, antes bien, sin darles importancia, trata como amigos a los que se las infieren. Aunque su madre le castigue, continuará yendo en pos de ella y prefiriéndola a todos. [Lectio8] Mostradles una reina con su diadema; no la preferirá a una madre andrajosa; y la vista de su madre pobremente vestida le es más grata que la de una princesa magníficamente ataviada. Lo que le enseña a distinguir a los suyos de los extraños, no es la pobreza ni la riqueza, sino el amor. Conténtase con lo necesario; y al punto en que se ha saciado de leche, deja el pecho maternal. No pasa preocupaciones como las nuestras por pérdidas de intereses, ni otras por el estilo. No se complace en las mismas vanidades que nosotros, ni siente admiración por la hermosura corporal. Por esto decía el Salvador: “El reino de los cielos pertenece a los que se les asemejen”, para movernos a practicar, mediante nuestra voluntad, estas virtudes que practican los niños con naturalidad. [Lectio9] Como los fariseos sólo obraban movidos por la malicia y la arrogancia, nuestro Señor no se cansa de recomendar a sus discípulos la sencillez; y les inculca esta virtud desde su elección. Porque nada contribuye tanto al orgullo como el ejercicio del poder y el privilegio de ocupar los primeros lugares. Ahora bien: sabiendo Jesús los muchos honores que ellos alcanzarían en el mundo, previene sus espíritus; no quiere que les mueva ningún impulso humano, ni el afán de popularidad, ni la ambición de llegar a ser más que los demás. Estas cosas son, con todo, causantes de grandes males. Por no haberse sobrepuesto a ellas, llegaron los fariseos al último grado de la maldad. Yendo en pos de los saludos, de los primeros sitios y de los cargos más honoríficos, cayeron en un amor desenfrenado de la gloria, y desde allí en un abismo de impiedad. &teDeum