[Officium] S. Bonaventuræ Episcopi Confessoris et Ecclesiæ Doctoris (sed rubrica 1570) S. Bonaventuræ Episcopi Confessoris [Name] Buenaventura [Lectio4] Buenaventura, natural de Bagnorea, Toscana, de niño fue curado de una enfermedad mortal por las oraciones de San Francisco, a cuya Orden su madre hizo voto de consagrarle si sanaba. Fiel a esta promesa, siendo adolescente, entró en la Orden de los Frailes Menores, donde alcanzó, dirigido por Alejandro de Halés, una ciencia tan elevada que, después de siete años, obtenido en París el título de Maestro, explicó públicamente con éxito, los libros de las Sentencias, que luego fue ilustrando con sus famosos comentarios. Mas no sólo se distinguió por la profundidad de su ciencia, sino también por la pureza de sus costumbres, inocencia de vida, humildad, mansedumbre, desprecio de las cosas de la tierra y aspiración a las del cielo; mereció ser considerado, con toda justicia, como un dechado de perfección, y ser llamado santo por su íntimo amigo el bienaventurado Tomás de Aquino, pues habiéndole éste encontrado mientras escribía la vida de San Francisco, exclamó: “Dejemos al santo que trabaje para un santo”. [Lectio4] (rubrica 1570) Buenaventura, natural de Bagnorea, Toscana, de niño fue curado de una enfermedad mortal por las oraciones de San Francisco, a cuya Orden su madre hizo voto de consagrarle si sanaba. Fiel a esta promesa, siendo adolescente, entró en la Orden de los Frailes Menores, donde alcanzó, dirigido por Alejandro de Halés, una ciencia tan elevada que, después de siete años, obtenido en París el título de Maestro, explicó públicamente con éxito, los libros de las Sentencias, que luego fue ilustrando con sus famosos comentarios. Mas no sólo se distinguió por la profundidad de su ciencia, sino también por la pureza de sus costumbres, inocencia de vida, humildad, mansedumbre, desprecio de las cosas de la tierra y aspiración a las del cielo. [Lectio5] Inflamado en el amor divino, honraba la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, objeto constante de sus meditaciones, y a la Virgen Madre de Dios, a la cual se había consagrado; y procuró con todas sus fuerzas propagar estas devociones entre los demás, con sus palabras y ejemplos, y explanarlas en sus libros y opúsculos. De su piedad nacía su dulzura para con el prójimo, la gracia de sus palabras y aquella caridad desbordante que atraía todos los corazones. Gracias a estas virtudes, cuando apenas tenía 35 años fue elegido por unanimidad, en Roma, ministro general de la Orden, cargo que desempeñó durante 22 años con admirable prudencia y reputación de santidad. Dictó diversas disposiciones útiles para la disciplina regular y la propagación de la Orden, a la cual, como a las demás Ordenes mendicantes, defendió contra las calumnias proferidas por sus detractores. [Lectio5] (rubrica 1570) Escribió muchas obras, en las cuales se juntan una ardiente devoción a una erudición profunda, por lo cual conmueven al lector a la vez que le instruyen. El Papa Gregorio X lo nombró Cardenal Obispo de Albano. Así pues, Sixto V le adjudicó con mucha justicia el título de Doctor Seráfico. Mereció ser considerado, con toda justicia, como un dechado de perfección, y ser llamado santo por su íntimo amigo el bienaventurado Tomás de Aquino, pues habiéndole éste encontrado mientras escribía la vida de San Francisco, exclamó: “Dejemos al santo que trabaje para un santo”. Gracias a sus trabajos, mitigáronse las discusiones cismáticas y triunfaron los dogmas de la Iglesia. Enviado por San Gregorio X al concilio de Lión, murió a los 53 años de edad en el año de gracia 1274. Sus muchos y brillantes milagros movieron al papa Sixto IV a inscribirle en el número de los santos. [Lectio6_] Enviado por San Gregorio X al concilio de Lión, y promovido Cardenal Obispo de Albano, desplegó el Santo en los asuntos del concilio, notable actividad. Gracias a sus trabajos, mitigáronse las discusiones cismáticas y triunfaron los dogmas de la Iglesia. En esto, murió, a los 53 años de edad, en el año de gracia 1274, causando profunda tristeza, viéndose sus funerales realzados por la presencia de todos los asistentes al concilio y del Papa. Sus muchos y brillantes milagros movieron al papa Sixto IV a inscribirle en el número de los santos. Escribió muchas obras, en las cuales se juntan una ardiente devoción a una erudición profunda, por lo cual conmueven al lector a la vez que le instruyen. Así pues, Sixto V le adjudicó con mucha justicia el título de Doctor Seráfico. [Lectio94] Nacido en Bagnorea, Toscana, Buenaventura ingresó en la Orden de San Francisco cuando era joven. Como estudiante hizo tal progreso con su maestro, Alejandro de Hales, que después de siete años explicó públicamente el libro de Sentencias en París, y obtuvo los más altos elogios. Tuvo la mayor dulzura y humildad, junto con una devoción ardiente por la Pasión de Cristo el Señor. Cuando solo tenía 35 años fue nombrado Ministro general de toda la Orden. Llevó a cabo este cargo con tanta prudencia que ganó fama no solo por su enseñanza y santidad, sino también por su prudencia y habilidad. Debido a esta fama, el Papa Gregorio X lo nombró Cardenal Obispo de Albano. Escribió muchas obras eruditas, entre ellas sus Comentarios sobre los cuatro Libros de las Sentencias. Murió en Lyon mientras el Concilio estaba en progreso, a la edad de 43 años. Fue inscrito entre los santos por Sixto IV; Sixto V le dio el título de Doctor Seráfico. &teDeum