[Officium] S. Anacleti Papæ et Martyris [Name] Anacleto [Lectio4] Anacleto, nacido en Atenas, gobernó la Iglesia durante el imperio de Trajano. Decretó que en la consagración de un obispo tomasen parte al menos otros tres; que los clérigos fuesen públicamente admitidos a las sagradas órdenes por su propio Obispo, y que después de la consagración comulgaran todos juntos en la Misa. Embelleció la tumba de San Pedro y señaló un lugar para la sepultura de los Papas. Ordenó en dos ordenaciones distintas celebradas en el mes de diciembre, 5 presbíteros y tres diáconos, y consagró 6 obispos. Después de ocupar la Santa Sede por espacio de 9 años, 3 meses y 10 días, recibió la corona del martirio y fue sepultado en el Vaticano. [Lectio5] Exp. de S. Ambrosio sobre el Salmo 118. !Sermón 21. Los poderosos me han perseguido sin motivo, y mi corazón temió vuestras palabras. Con razón habla así el Mártir, ya que injustamente sufre las penas de las persecuciones, él, que nada arrebató, ni a nadie oprimió violentamente; no derramó la sangre de nadie, ni alimentó sentimientos adúlteros; y aunque cumplió todas las leyes, fue sometido a los mayores suplicios que se aplicaban a los malhechores. Hablando justamente, no fue atendido; hablando palabras de salud, fue perseguido, de suerte que pudo decir: “Al hablarles, me perseguían sin motivo”. Sin causa sufre la persecución, el que es perseguido sin haber cometido crimen alguno. Fue perseguido como culpable, cuando al confesar la fe era digno de alabanza. Fue tratado de mago aquél que se gloriaba en el Señor, siendo así que la piedad es el fundamento de todas las virtudes. [Lectio6] Es perseguido sin motivo, el que es acusado de impiedad por los impíos e infieles, cuando él enseña la fe. Mas aquel que es perseguido sin motivo, debe mostrar su fuerza, y su constancia. ¿Cómo, pues, el Profeta añadió: “Y mi corazón tembló a causa de tus palabras”? Temblar es propio de la debilidad, del temor y del miedo. Mas hay una debilidad que conduce a salud, hay un temor propio de los Santos: “Temed al Señor todos sus santos”; y “Bienaventurado el hombre que teme al Señor”. ¿Por qué es bienaventurado? Porque se complace en seguir sus mandamientos. [Lectio94] Anacleto, nacido en Atenas, gobernó la Iglesia durante el imperio de Trajano. Decretó que en la consagración de un obispo tomasen parte al menos otros tres; que los clérigos fuesen públicamente admitidos a las sagradas órdenes por su propio Obispo, y que después de la consagración comulgaran todos juntos en la Misa. Embelleció la tumba de San Pedro y señaló un lugar para la sepultura de los Papas. Ordenó en dos ordenaciones distintas celebradas en el mes de diciembre, 5 presbíteros y tres diáconos, y consagró 6 obispos. Después de ocupar la Santa Sede por espacio de 9 años, 3 meses y 10 días, recibió la corona del martirio y fue sepultado en el Vaticano. &teDeum [Lectio7] (rubrica 1570 aut rubrica 1617) Lectura del santo Evangelio según San Lucas !Lc 14:26-33 En aquel tiempo: Dijo Jesús a las multitudes: Si alguno de los que me siguen no aborrece a su padre, y a su madre, y a la mujer, y a los hijos, y a los hermanos y hermanas, y aun a su vida misma, no puede ser mi discípulo. Y lo que sigue. _ Homilía de San Gregorio, Papa. !Homilía 37 sobre los Evangelios Si consideramos, hermanos, los bienes excelsos que se nos prometen en el cielo, nos parecerán despreciables los que hay en la tierra. A la verdad, los bienes de la tierra comparados con la felicidad soberana, son carga, no alivio. La vida temporal, comparada con la eterna, más bien debe llamarse muerte que vida. El mismo cotidiano defecto de la corrupción, ¿qué otra cosa es sino cierta muerte prolija? Mas ¿qué lengua podrá expresar, o qué entendimiento comprender, la magnitud de los goces de aquella soberana ciudad: formar parte de los coros angélicos, asistir con los espíritus bienaventurados a la gloria del Creador, contemplar el rostro de Dios, ver la luz incircunscrita, carecer de todo temor de la muerte, y gozar del don de la vida perpetua? Oyendo estas cosas, el alma se inflama, y desea hallarse ya donde espera gozar sin fin. Mas, a estos grandes premios no se puede llegar sino mediante grandes trabajos. Por lo cual Pablo, excelente predicador, dice: No será coronado sino el que peleare legítimamente. [Lectio8] (rubrica 1570 aut rubrica 1617) Gócese, de consiguiente, la mente con la grandeza de los premios, pero no rehúya la dificultad de los combates. Por lo cual, la Verdad dice a los que quieren seguirle: Si alguno de los que me siguen no aborrece a su padre, y a su madre, y a la mujer, y a los hijos, y a los hermanos y hermanas, y aun a su vida misma, no puede ser mi discípulo. Pregunto: ¿cómo es que se nos ordena aborrecer a los padres y parientes, y se nos manda amar a los enemigos? Y si, la Verdad dice con relación a la esposa: Lo que Dios unió, el hombre no lo separe. Y Pablo dice: Varones, amad a vuestras esposas como Cristo a la Iglesia. He aquí que el discípulo enseña la obligación de amar a la esposa, siendo así que dice el Maestro: Quien no aborrece a la esposa, no puede ser mi discípulo. ¿Acaso el juez anuncia una cosa, y el pregonero publica otra diferente? ¿Acaso podemos a un mismo tiempo amar y aborrecer? Pero, si pesamos bien el precepto, mediante la discreción podemos practicar ambas cosas, de suerte que amemos a la esposa y a cuantos están unidos con nosotros mediante el parentesco y a nuestros prójimos; y a los que nos impidan amar a Dios, los aborrezcamos y huyamos de ellos. [Lectio9] (rubrica 1570 aut rubrica 1617) No hay que escuchar a los que nos sugieren maldades, como amar odiando, según la sabiduría de la carne. El Señor nos enseñó que no hay que mostrar odio al prójimo en el sentimiento, sino en la caridad, y al mismo tiempo añadió que así habíamos de odiar nuestra propia alma. Queda claro que, lo mismo que se debe odiar al prójimo amando, del mismo modo ha de odiarse uno a sí mismo. Conviene que odiemos nuestra alma de este modo, no cediendo a sus deseos carnales, quebrando sus apetitos y rechazando sus antojos. Éste es, sin duda, el amor que hemos de mostrar en el odio al prójimo, amando lo que nos acerca a Dios, pero odiando cuanto nos aleja del camino de Dios. &teDeum