[Officium] Ss. Septem Fratrum Martyrum, ac Rufinæ et Secundæ Virginum et Martyrum [Oratio] Te rogamos, omnipotente Dios, nos concedas que habiendo conocido la firmeza de tus gloriosos mártires en la confesión de su fe, experimentemos los efectos de su pía intercesión ante ti, en favor nuestro. $Per Dominum [Lectio4] En Roma, durante la persecución de Marco Aurelio Antonino, los siete hijos de Santa Felicidad fueron puestos a prueba por el prefecto Publio, primero con halagos, y luego con amenazas, para que renunciasen a Jesucristo y adorasen a los falsos dioses; pero los Mártires perseveraron en la profesión de la verdadera fe, gracias a su propio valor y a las exhortaciones de su madre, sufriendo la muerte. Jenaro murió despedazado con látigos de bolas de plomo; Félix y Felipe, golpeados a varazos; Silvano, precipitado desde una altura; Alejandro, Vidal y Marcial, decapitados. Cuatro meses más tarde, su madre obtuvo también la palma del martirio. Ellos entregaron su alma al Señor el día sexto de los idus de julio. [Lectio5] Las dos hermanas Rufina y Segunda, vírgenes romanas, prometidas en matrimonio por sus padres a Armentario y a Verino respectivamente, pero deseosas de guardar la virginidad que habían prometido a Jesucristo, fueron detenidas en el reinado de Valeriano y Galieno. No pudiendo el prefecto Junio conseguir con promesas ni por el temor que renunciasen a su decisión, mandó primero que Rufina fuese azotada con varas; durante el tormento, Segunda dijo al juez: ¿Por qué reservas a mi hermana este honor, y a mí las ignominias? Ordena que seamos azotadas a la vez, pues ambas confesamos juntas la divinidad de Jesucristo. Enojado el juez al oír estas palabras, las mandó a un calabozo oscuro y pestilente; pero como la cárcel se llenase al momento de claridad y de suave olor, metiéronlas en un baño de agua hirviendo, de donde salieron sanas; entonces, atándoles una piedra al cuello, las echaron al Tíber; mas fueron libradas de este peligro por un ángel. Por último les cortaron la cabeza fuera de la ciudad, a diez millas, en la vía Aurelia. Fueron sepultadas por Plantila, en una de sus posesiones; trasladadas más tarde a Roma, fueron colocadas en la basílica Constantiniana cerca del baptisterio. [Lectio6] Sermón de S. Agustín, Obispo. !Sermón 10 sobre div. asuntos. Gran espectáculo se ofrece hoy, hermanos, a la mirada de nuestra fe. Nuestros oídos han escuchado y nuestra alma ha contemplado a una madre que, llevada por sentimientos del todo opuestos a los ordinarios de la naturaleza, desea ver la muerte de sus hijos antes de la suya propia. Todos los padres aspiran a dejar este mundo antes que sus hijos. Mas ella ha resuelto morir en último término. No piensa perder a sus hijos; fija la mirada, no en la vida que termina sino en la que van a comenzar: desea que la precedan en el camino. Dejarán de vivir aquí, donde tarde o temprano morirían, para empezar una vida que desconoce la muerte. ¿Nos admira verla asistir a la muerte de sus hijos? Más debe admiramos verla exhortándolos a morir. Más fecunda en virtudes que en hijos, al verlos luchar, participa en la lucha común; al verlos triunfar, participa también de la común victoria [Lectio94] En Roma, en la persecución de Marco Aurelio Antonino, siete hermanos, los hijos de Santa Felicidad, fueron tentados en vano por el prefecto Publio de venerar ídolos. El 10 de julio, alentados por su madre, fueron asesinados de varias maneras: a Jenaro lo azotaron con látigos con plomo; Félix y Felipe fueron golpeados con palos; Silvano fue arrojado de cabeza desde un lugar alto; Alejandro, Vidal y Marcial fueron decapitados. Cuatro meses después, su madre ganó la misma palma del martirio. Las vírgenes romanas Rufina y Segunda eran hermanas, y como se negaron a casarse con Armentario y Verino porque habían prometido a Cristo su virginidad, fueron arrestadas en los reinados de Valeriano y Galieno. El prefecto Junio no logró ganarlas por medio de promesas y amenazas, por lo que sufrieron varias torturas. Protegidas por los Ángeles, perseveraron en su resolución sagrada; fueron decapitadas a diez millas en la Vía Aurelia. Sus cuerpos fueron enterrados por la matrona Plantila en su finca fuera de la ciudad y luego establecidos en la Basílica de Constantino, cerca del baptisterio. &teDeum [Lectio7] Lectura del Santo Evangelio según San Mateo !Mt 12:46-50 En aquel tiempo: Hablando Jesús al pueblo, he aquí que su Madre y sus hermanos estaban fuera y le querían hablar. Y lo que sigue. _ Homilía de San Gregorio, Papa. !Homilía 2 sobre el Evangelio. El Evangelio breve que se os acaba de leer, es de suma importancia por los grandes misterios que contiene. En efecto, después que Jesús, nuestro Creador y Redentor, ha simulado no conocer a su madre, declara quiénes son su madre y sus parientes, no según los vínculos de la sangre, sino según el espíritu. “¿Quién es mi madre, pregunta, y quiénes son mis hermanos? Aquel que hiciere la voluntad de mi Padre celestial, este es mi hermano, mi hermana y mi madre” ¿No da a entender que hay entre los gentiles muchos corazones dóciles, dispuestos a seguir sus enseñanzas, al paso que no reconoce ya a los judíos, hermanos según la sangre? [Lectio8] No sorprende que quien cumple la voluntad de su Padre celestial sea llamado hermana y hermano del Señor, ya que ambos sexos están llamados a la fe; lo sorprendente es que se le llame su madre. Dignándose Jesús llamar hermanos a sus fieles discípulos, al decir: “Id, avisad a mis hermanos”, queda por examinar bajo qué aspecto puede ser llamado madre del Señor, quien por convertirse a la fe, es ya su hermano. [Lectio9] Conviértese uno en hermano o hermana de Jesucristo, por creer en Él; conviértese en su madre, por predicarlo. Introducir a Jesucristo en el alma del que nos escucha es en cierto modo engendrar a Jesucristo; y llega uno a ser su madre por la predicación, cuando el amor del Salvador ha nacido en un corazón. Corrobora esta verdad el ejemplo de Santa Felicidad, cuya fiesta celebramos; por la fe, era la sierva de Cristo; por la palabra, se convirtió en madre suya. Las Actas más autorizadas de su martirio nos dicen que ella temió tanto dejar que sus siete hijos la sobreviviesen en la carne, como temen los padres al verlos morir antes que ellos. &teDeum