[Officium] S. Bedæ Venerabilis Confessoris et Ecclesiæ Doctoris [Name] Beda [Oratio] Oh Dios, que ilustraste a tu Iglesia con la doctrina del bienaventurado Beda, tu Confesor y Doctor: concede propicio a tus siervos, que sean iluminados con su sabiduría, y auxiliados con sus méritos. $Per Dominum [Lectio4] Beda, presbítero, nacido en Jarrow en los confines de la Gran Bretaña y Escocia, a la edad de 7 años fue confiado a San Benito Biscop, abad de Wearmouth. Habiendo abrazado la vida monástica, ordenó su vida dedicándose al estudio de las artes y las letras, sin nunca omitir nada de la regla profesada. No hubo ninguna ciencia en la que no estuviese versado, pero principalmente se dedicó asiduamente al estudio de las divinas Escrituras, y para conocerlas mejor estudió el griego y el hebreo. A la edad de 30 años, por mandato de su abad, fue ordenado sacerdote y, a petición de Acca, obispo de Exham, se dedicó a la explicación de los libros sagrados. En estas explicaciones se apoyó en la doctrina de los santos Padres, y nada enseñó que no estuviese corroborado por su autoridad, sirviéndose casi de sus mismas palabras. Enemigo del ocio, de las lecciones pasaba a la oración, y de ésta a las lecciones, en las que su alma se enardecía por los temas que trataba, y las lágrimas acompañaban a sus explicaciones. Rehusó el cargo de Abad que le habían ofrecido, con el fin de no distraerse con lo temporal. [Lectio5] El nombre de Beda brilló tanto en breve tiempo por su ciencia y piedad, que el papa San Sergio pensó llamarle a Roma, para trabajar en las cuestiones difíciles que la teología estudiaba en aquel tiempo. Escribió varios libros para enmendar las costumbres de los fieles y para la exposición y defensa de la fe; gracias a ellos creció tanto su reputación, que San Bonifacio, obispo y mártir, le consideraba como lumbrera de la Iglesia; Lanfranco le llamaba doctor de los ingleses, y el concilio de Aquisgrán le proclamó doctor admirable. Sus escritos eran objeto de tanta veneración, que aun durante su vida se leían en las iglesias. Y no siendo posible en esta lectura llamarle santo, le daban el título de Venerable, con el cual, después ha sido siempre designado. Pero su doctrina era tanto más eficaz cuanto iba confirmada por la santidad de vida y por sus virtudes religiosas. Por lo cual, gracias a sus enseñanzas y ejemplos, sus numerosos e ilustres discípulos se distinguieron no sólo en las letras y las ciencias, sino también en la virtud. [Lectio6] Quebrantado por la edad y los trabajos, cayó gravemente enfermo. Esta enfermedad, que duró más de 50 días, no interrumpió sus oraciones y explicaciones de la sagrada Escritura. Durante su enfermedad tradujo el Evangelio de San Juan para uso de los fieles ingleses. Y como en la mañana de la fiesta de la Ascensión presintiese la hora de la muerte, se fortaleció con los últimos sacramentos de la Iglesia. Por último, tras abrazar a sus hermanos, al repetir, postrado en tierra sobre el cilicio, las palabras: “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”, se durmió en el Señor. Su cuerpo, según se refiere, despedía un olor suavísimo, y fue sepultado en el monasterio de Jarrow, y después llevado a Dublín, junto con las reliquias de San Cutberto. Venerado como Doctor por los Benedictinos, otras familias religiosas y algunas diócesis; el papa León XIII le declaró por decreto de la Sagrada Congregación de Ritos, Doctor de la Iglesia, y ordenó que rezasen la Misa y el Oficio de Doctores en su honor. [Lectio94] Beda, presbítero, nació en Jarrow, en los confines de Inglaterra y Escocia. Como monje, arregló su vida para dedicarse por completo al estudio de las artes y la doctrina sagrada, sin relajar la disciplina de la Regla. No hubo ninguna ciencia en la que no estuviera versado; pero en especial se ocupó del estudio de las Escrituras; y cuando fue ordenado sacerdote, se encargó de explicar los libros sagrados. Al hacerlo, se adhirió a las enseñanzas de los santos Padres tan de cerca que no dijo nada que no estuviera ya aprobado por su autoridad, haciendo uso de sus propias palabras. Enemigo del ocio, pasaba de la lectura a la oración y de ésta a la lectura. Para elevar el nivel de moralidad entre los cristianos y para defender y difundir la fe, escribió muchos libros, lo que le granjeó tal reputación con todos que sus escritos fueron leídos públicamente en las iglesias durante su vida. Finalmente, agotado por la edad y el trabajo, se durmió pacíficamente en el Señor. León XIII lo declaró Doctor de la Iglesia universal. &teDeum [Lectio7] Lectura del Santo Evangelio según San Mateo !Mt 5:13-19 En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la sal de la tierra. Y si la sal se hace insípida, ¿con qué se le volverá el sabor? Para nada sirve ya, sino para ser arrojada y pisada de las gentes. Y lo que sigue. _ Homilía de San Beda el Venerable, Presbítero. !Sobre el Evangelio: Vos estis sal terrae. La tierra significa la naturaleza humana; la sal, la sabiduría de las palabras. La sal es de tal naturaleza que hace estéril a la tierra; y así leemos que algunas ciudades fueron sembradas de sal por los vencedores. Y esto es propio de la doctrina apostólica: la sal de la sabiduría, sembrada en la tierra de nuestra carne, impide nacer la vanidad del siglo o la fealdad de los vicios. “Y si la sal se hace insípida, ¿con qué se le volverá el sabor?” Esto es, si vosotros que habéis de servir de condimento a los pueblos, perdiereis el reino de los cielos por temor a la persecución, un vano terror, entonces, apartados de la Iglesia, seréis el ludibrio de vuestros enemigos. Ω.“Vosotros sois la luz del mundo”, es decir, que habiendo sido iluminados por la verdadera luz, debéis ser la luz de los que viven en el mundo. “La ciudad colocada sobre un monte no puede ocultarse”. Trata de la doctrina apostólica, fundamentada en Jesucristo, o de la Iglesia, edificada sobre Jesucristo, formada de muchos pueblos unidos por la fe y cimentada por la caridad. Ofrece ella un asilo seguro a los que entran y es de difícl acceso a los se acercan; guarda a los que en ella moran y rechaza a sus enemigos. [Lectio8] “Ni encienden una antorcha y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero”. Aquel que oscurece la luz de la doctrina, supeditándola a las ventajas temporales, se compara al que pone la luz bajo el celemín. Pero del que se somete al ministerio divino poniendo la doctrina de la verdad mucho más alta qua la servidumbre corporal, decimos que pone la luz sobre el candelero. Significa también que el Salvador enciende la luz, ya que Él iluminó nuestra naturaleza, y puso esta luz sobre el candelero, la iglesia, imprimiendo sobre nuestra frente la fe en su Encarnación. Esta luz no pudo ser colocada bajo el celemín, es decir, dentro de los límites de la ley; era para todos, y no solo para los judíos.