[Officium] S. Bernardini Senensis Confessoris [Oratio] Señor Jesús, que concediste a tu bienaventurado Confesor Bernardino un especial amor a tu santo nombre: te suplicamos por sus méritos e intercesión que benignamente nos infundas el espíritu de tu amor. $Qui vivis [Lectio4] Bernardino Albizesca, de una noble familia de Siena, ya desde su infancia dio señales de santidad. Educado con esmero por sus piadosos padres, desdeñaba los juegos infantiles, consagrándose en sus primeros estudios de gramática a las obras de piedad, ayunos, oración, y principalmente al culto de la santísima Virgen María. Su misericordia con los pobres fue admirable. Para practicarla mejor, se inscribió entre los que servían a Dios en el hospital de Santa María de la Scala de Siena, de la cual salieron muchos varones distinguidos por su santidad. Allí, el cuidado de los enfermos durante una cruel peste, le dio ocasión de mortificar su cuerpo y de ejercitar una caridad increíble. Entre otras virtudes, guardó celosamente la castidad, a pesar de los peligros a que le exponía su belleza; casto de tal forma, que ni el menos honesto, se atrevió a proferir una palabra sucia ante él. [Lectio5] Probado por una grave enfermedad, después de haberla sufrido pacientísimamente, comenzó a deliberar acerca de la forma de vida religiosa que abrazaría, y para prepararse mejor a esta resolución, alquiló una casita en el extremo de la ciudad, y encerrado en ella, se ejercitaba en una vida muy austera, suplicando a Dios que se dignase mostrarle lo que debía hacer. Por divina inspiración escogió la Orden de San Francisco, en la cual brilló por su humildad, paciencia y todas las demás virtudes religiosas. Advirtiendo esto el superior del convento, y conocedor de la pericia en las sagradas letras de Bernardino, le impuso el cargo de predicador. Aceptó él humildemente, aunque reconociendo su poca aptitud a causa de la debilidad y ronquera de su voz. Imploró el auxilio del Señor, y fue librado milagrosamente de este impedimento. [Lectio6] Por entonces en Italia predominaban los vicios, y se cometían muchos crímenes por facciones sanguinarias; reinaba un gran desorden en las cosas divinas y en las humanas. Bernardino recorrió ciudades y pueblos, en nombre de Jesús, nombre que tenía siempre en los labios y en el corazón; con su predicación y ejemplo, restauró en gran parte la piedad y las buenas costumbres. Por eso, algunas ciudades le pidieron por obispo al Papa. Mas Bernardino rehusó con invencible humildad aquel cargo. Al fin, este hombre de Dios, rendido por una inmensa labor, tras haber realizado muchos y grandes milagros y publicado escritos llenos de ciencia y piedad, a los 76 años, murió santamente en Aquila, los Abruzos. Y como resplandeciera cada vez más con nuevos milagros, a los 6 años de su muerte, el papa Nicolás V, le incluyó entre los Santos. [Lectio94] San Bernardino Albizesca nació en una familia noble de Siena; en sus primeros años escolares, ya se apartaba de los juegos infantiles para ejercitar la devoción, especialmente honrando a la Virgen María. Destacado por su caridad hacia los pobres, se entregó a su servicio en el hospital Santa María de la Scala en Siena. Cuando pensó entrar en la vida religiosa, la divina Providencia lo llevó a elegir con preferencia la Orden franciscana, donde destacó en la humildad, paciencia y demás virtudes. Sus superiores le impusieron el deber de predicar, y, aunque su voz era demasiado débil y ronca para un predicador, aceptó la obligación implorando la ayuda de Dios, quedando maravillosamente libre de su discapacidad. Recorrió ciudades y pueblos en el Nombre de Jesús, que siempre llevaba en sus labios y en su corazón; puso fin a las disensiones en todas partes, y con su palabra y ejemplo hizo mucho para restaurar la piedad y moralidad, que había caído. Escribió libros devotos y eruditos. A los 66 años, rico en méritos y famoso por sus milagros, murió en la ciudad de L'Aquila, en los Abruzos. &teDeum