[Officium] S. Monicæ Viduæ [Name] Mónica [Oratio] (nisi rubrica cisterciensis) Oh Dios, consolador de los afligidos y salud de los que en ti esperan, que aceptaste las piadosas lágrimas de la bienaventurada Mónica por la conversión de su hijo Agustín, haz, por la intercesión de entrambos, que lloremos nuestros pecados y consigamos el perdón con tu gracia. $Per Dominum [Invit] Alabemos a nuestro Dios * Glorificando a Santa Mónica. [Lectio4] Mónica, doblemente madre de San Agustín, pues le dio a luz para el mundo y para el cielo. Muerto su marido, al cual en su vejez convirtió a Jesucristo, santificó su viudez por la continencia y las obras de misericordia. En sus constantes oraciones, con las cuales rogaba a Dios por su hijo caído en la secta de los maniqueos, derramaba copiosas lágrimas. Siguió a su hijo a Milán, y allí no cesaba de exhortarle que visitara al obispo Ambrosio. Hízolo así, e instruido en la fe católica por los sermones del Santo, y por sus conversaciones con él, recibió el bautismo de San Ambrosio. [Lectio5] Al detenerse en Ostia, camino de África, le acometieron unas fiebres. Durante esta enfermedad, un día al volver en sí de un desvanecimiento exclamó: “¿En dónde me hallo?” Y mirando a los presentes les dijo: “Sepultad aquí mismo a vuestra madre. Solo os ruego, que os acordéis de mí ante el altar del Señor”. Al día noveno, la santa mujer entregó su alma a Dios. Su cuerpo fue sepultado en la iglesia de Santa Aura. El papa Martín V ordenó que fuese trasladado a Roma y depositado honoríficamente en la iglesia de San Agustín. [Lectio6] !Del libro 9 Conf. cap. 12. San Agustín, tras hablar de la muerte de su madre, añade: “No creímos que su muerte debiera ir acompañada de nuestras lágrimas y gemidos, toda vez que no fue una muerte desdichada ni total. Nos lo demuestran sus virtudes, su fe sincera y muchas otras razones. Poco a poco fui recapacitando mis primeras memorias sobre vuestra sierva, y al recordar su santa vida, su piedad para con Vos y los tiernos cuidados que me prodigó y que de súbito yo echaba de menos, experimenté en la divina presencia la dulzura de llorar por ella sobre sus despojos. Y si alguno me acusa de pecado por haber llorado apenas una hora a mi madre muerta por breve tiempo a mis ojos, a mi madre que me había llorado tantos años para hacerme vivir ante Vos, no se burle por ello, sino que si es muy caritativo, llore por mis pecados delante de Vos, padre de todos los hermanos de vuestro Cristo”. [Lectio94] Mónica, la devota madre de San Agustín y brillante ejemplo para esposas y madres, siguió a su hijo a Milán cuando éste estaba en la secta maniquea; por sus oraciones constantes, lágrimas y ayunos, lo ganó para Cristo ayudada por S. Ambrosio. De vuelta con él a África, enfermó de fiebre en Ostia, en el Tíber, y, tras nueve días, murió pacíficamente. Tras narrar su muerte, su hijo entristecido agrega: No pensamos que la de ella fuera una muerte digna de lamentarse o llorar, ya que ella no murió triste. Esto lo sabíamos, porque conocíamos su vida, viviendo su fe no fingida, su esperanza segura y cierta. Luego, sin embargo, recordé otra vez lo que solía ser tu sierva, su caminar contigo, cuán piadoso y santo era, y con nosotros tan gentil y paciente; y de súbito lo echaba de menos. Y lloré por ella sobre sus despojos. Y si alguno me echara la culpa de que lloré por una hora, cuando vi que yacía muerta ante mis ojos, a mi madre que había llorado por mí tantos años, para hacerme vivir ante ti, le digo, y le ruego que no se burle de mí, sino que (si su caridad es tan grande) él mismo llore por mis pecados ante ti, que eres un Padre de todos los hermanos de vuestro Cristo. El cuerpo de Santa Mónica fue enterrado en la Iglesia de Santa Aurea, pero, en el papado de Martín V, fue llevado a Roma y enterrado honorablemente de nuevo en la Iglesia de San Agustín. &teDeum [Lectio7] Lectura del Santo Evangelio según San Lucas !Lc 7:11-16 En aquel tiempo: Jesús iba camino de Naím, y con Él iban sus discípulos y mucho gentío. Y lo que sigue. _ Homilía de San Agustín, Obispo. !Sermón 44 de las palabras del Señor, al principio. De la resurrección del joven se goza su madre viuda; la madre Iglesia, se goza por la resurrección espiritual que cada día se realiza en muchos. Aquél estaba muerto de cuerpo; éstos tienen muerta el alma. La muerte visible de aquél era llorada visiblemente; de la muerte invisible de éstos nadie se lamentaba pues era invisible. De éstos se preocupó quien conocía estos muertos, y solo los conocía quien podía darles la vida. Porque, si Él no hubiese venido para resucitar a los muertos, no diría el Apóstol: “Levántate tú que duermes, y resucita de la muerte, y te iluminará Cristo”. [Lectio8] El Evangelio narra que el Señor resucitó tres muertos, pero fueron muchos miles los que resucitó de una muerte invisible. ¿Quién puede saber cuántos muertos resucitó visiblemente? Ya que no todo lo que hizo ha sido escrito. Así lo dice San Juan: “Muchas otras cosas hay que hizo Jesús, que, si se escribieran detalladamente, ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir”. Muchos otros, sin duda, fueron resucitados, pero no sin razón se hace mención solamente de tres. Nuestro Señor quería que se entendieran espiritualmente los milagros obrados en los cuerpos. Hacía milagros no sólo para hacerlos, sino para la admiración de los que los veían y enseñanza de cuantos comprenderían su significación. [Lectio9] Esto es semejante a quien ve las letras en un códice muy bien escrito, y no sabe leer; el cual alaba el ingenio del artista al admirar los caracteres bellos, pero ignora su significado y lo que dicen; alaba lo que impresiona a sus ojos, pero nada comprende. Otros alaban al artista y comprenden lo que alaban. Estos tales son aquellos que viendo lo que todo el mundo puede ver, saben leer estos caracteres, lo cual no puede hacer el que no sabe leer. Así, los que vieron los milagros de Cristo y no entendieron lo que significan, solamente admiraron las obras realizadas; pero los demás admiraron y a la vez entendieron lo que hizo el Señor. Así debemos ser nosotros en la escuela de Cristo. &teDeum