[Officium] Ss. Philippi et Jacobi Apostolorum [Ant Vespera] Señor, * muéstranos al Padre y nos basta. Aleluya.;;109 Felipe, * quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. Aleluya.;;110 ¿Hace tanto tiempo * que estoy con vosotros, y no me conocéis? Felipe, quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. Aleluya.;;111 Si me conocierais * a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto. Aleluya, aleluya, aleluya.;;112 Si me queréis, * guardad mis mandatos. Aleluya, aleluya, aleluya.;;116 [Ant 1] No se turbe * vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas, aleluya, aleluya. [Oratio] ¡Oh Dios, que todos los años nos alegras con la fiesta de tus apóstoles Felipe y Santiago!; concédenos que, al celebrar con gozo su santidad, seamos estimulados con su ejemplo. $Per Dominum [Lectio4] Felipe, natural de Betsaida, uno de los doce Apóstoles que fueron llamados en primer lugar por Jesucristo, notificó a Natanael la venida del Mesías prometido y le condujo al Señor. Los hechos muestran con qué familiaridad Cristo acogía a Felipe. Los gentiles que querían ver al Señor, acudían a Felipe, y el mismo Jesús, cuando quiso alimentar en el desierto a la multitud que le seguía, se dirigió a él con estas palabras: “¿En dónde compraremos panes para que coman estas gentes?”. Tras recibir el Espíritu Santo, recibió la misión de predicar el Evangelio en la Escitia, convirtió casi toda aquella región a la fe cristiana; llegado a Hierápolis, Frigia, fue crucificado y apedreado por el nombre de Cristo, el día uno de Mayo. Su cuerpo, sepultado en el mismo lugar por los cristianos, fue después trasladado a Roma, a la Basílica de los Doce Apóstoles y colocado en la misma iglesia juntamente con el cuerpo del apóstol Santiago. [Lectio5] Santiago, hermano del Señor, llamado el Justo, desde niño no bebió vino ni sidra, se abstuvo de la carne, y jamás se cortó el cabello ni usó perfumes ni baños. Sólo a él estaba permitido entrar en el Santo de los santos. Llevaba vestidos de lino; su asiduidad en la oración era tanta, que se le endurecieron las rodillas cual piel de camello. Después de la Ascensión del Señor, los Apóstoles le crearon obispo de Jerusalén. San Pedro le envió un mensajero para anunciarle su liberación de la cárcel por el Ángel. En la controversia del concilio de Jerusalén acerca de la ley y la circuncisión, Santiago fue del parecer de Pedro, y dirigió la palabra a los hermanos, probándoles la vocación de los gentiles, y diciéndoles que era necesario escribir a los hermanos ausentes, para que no impusieran a los gentiles el yugo de la ley. De él dice el Apóstol en su carta a los Gálatas: “No vi a ningún otro apóstol sino a Santiago, el hermano del Señor”. [Lectio6] Era tan grande la santidad de Santiago, que porfiaban y disputaban poder tocar la orla de su vestido. A los 96 años de edad, tras haber gobernado muy santamente aquella Iglesia por espacio de 30 años, y de haber predicado constantemente que Cristo era Hijo de Dios, le apedrearon; luego le despeñaron desde lo más alto del templo. El Santo, quebradas las piernas, y moribundo, levantaba las manos al cielo, y rogaba a Dios por sus enemigos: “Perdónales, Señor, porque no saben lo que hacen”. Mientras oraba, fue mortalmente herido con un palo, y de esta suerte entregó su alma al Creador, en el año 7º de Nerón, siendo sepultado junto al Templo en el mismo lugar en donde fue precipitado. Escribió una carta que forma parte de las siete Epístolas católicas. [Lectio7] Lectura del Santo Evangelio según San Juan !Jn 14:1-13 En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: No se turbe vuestro corazón. Si creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas. Y lo que sigue. _ Homilía de San Agustín, Obispo. !Tratado 67 sobre San Juan. Hay que elevar, hermanos míos, con más energía nuestro pensamiento a Dios, para que nuestras almas puedan comprender, dentro de lo posible, las palabras del santo Evangelio que acabáis de oír. Nuestro Señor Jesucristo dijo a sus discípulos: “No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios, creed también en mí”. Queriendo prevenir el temor que su muerte podría producir en sus discípulos, y la turbación que debía seguirse de ella, los consuela declarándoles que Él mismo es Dios. “Creéis en Dios -les dice-, creed también en mí”. Como si dijera: Si creéis en Dios, es lógico que creáis en mí. Lo cual no sería lógico si Jesucristo no fuera Dios. [Lectio8] Creéis en Dios; creed, pues, en Aquel que es por naturaleza, no por usurpación, igual a Dios. Anonadose sin perder la naturaleza divina, pero tomando la naturaleza de siervo. ¿Teméis la muerte para esta forma de siervo? “No se turbe vuestro corazón”; la naturaleza divina la resucitará. Mas ¿por qué las palabras siguientes: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas”, sino porque los discípulos temían por ellos mismos? Por eso tuvieron necesidad de oír al Salvador decir: “No se turbe vuestro corazón”. En efecto, ¿quién de los apostóles habría podido no sentir temor al oír que Jesús decía a Pedro, el que más confianza y ardor mostraba: “No cantará hoy el gallo sin que tres veces me hayas negado”? [Lectio9] Temían perecer alejados de Jesús; su turbación era bien legítima; pero estas palabras: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si así no fuera, yo no os habría dicho: voy a aparejaros el lugar”, calman la inquietud y la agitación de sus almas, infundiéndoles la esperanza cierta de que, tras los peligros y pruebas de esta vida, se verán para siempre unidos a Dios con Jesucristo. Aunque fuese superior a otro en fuerza, sabiduría, justicia, o santidad, “en la casa de mi Padre hay muchas moradas”; nadie se verá excluido de esta casa, en la que cada cual será colocado según su mérito. &teDeum [Ant 2] Yo soy el camino * y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Aleluya. [Ant 3] Si permanecéis en mí * y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseáis y se realizará. Aleluya, aleluya, aleluya.