[Officium] S. Anselmi Episcopi Confessoris et Ecclesiæ Doctoris [Name] Anselmo [Lectio4] Anselmo, nacido en Aosta, en los confines de Italia, tuvo por padres a los nobles y católicos Gundulfo y Ermemberga. Desde pequeño, con su constante aplicación al estudio y con el deseo de una vida más perfecta, dio claros indicios de su futura santidad y de su admirable ciencia. Y aunque se dejó arrastrar durante algún tiempo por el ardor de la juventud hacia las vanidades del siglo, no obstante, en breve volvió al buen camino, y dejando a su patria y cuanto poseía, se dirigió al monasterio de Bec, Orden de San Benito. Allí, tras haber profesado, adelantó mucho con su gran fervor, sus virtudes y su constante estudio, bajo la dirección de Herluino, abad observantísimo, y del docto Lanfraneo, quien era considerado como un modelo de santidad y de doctrina. [Lectio5] Fueron grandes su abstinencia y sobriedad; por sus continuos ayunos parecía casi no necesitar alimento. Tras emplear el día en los ejercicios de la vida monástica, enseñar y responder a las cuestiones que le proponían sobre la religión, por la noche sustraía horas al sueño, para recrear su alma con las divinas meditaciones, en las que vertía abundantes lágrimas. Elegido prior del monasterio, con su caridad, humildad y prudencia supo ablandar a los que le contrariaban; a cuantos le envidiaron les hizo amigos de Dios y suyos con gran provecho de la observancia regular. Muerto el abad, y elegido contra su voluntad para sucederle, alcanzó tal reputación de sabiduría y santidad por todas partes, que era venerado por los reyes y obispos, siendo distinguido con la amistad de San Gregorio VII, el cual, sufriendo grandes persecuciones, envió a San Anselmo cartas llenas de afecto, en que recomendaba su persona y la Iglesia católica a sus oraciones. [Lectio6] Muerto Lanfranco, arzobispo de Cantorbery, su antiguo preceptor, se vio obligado por las solicitaciones de Guillermo, rey de Inglaterra, y del clero y del pueblo, a su pesar, a aceptar el gobierno de aquella Iglesia. Se dedicó, desde el principio, a reformar las corrompidas costumbres del pueblo con sus palabras y ejemplos, y también con sus escritos; hizo celebrar varios concilios, y restableció en su diócesis la antigua piedad y la disciplina eclesiástica. Mas, como el rey Guillermo intentó usurpar los derechos de la Iglesia por la fuerza y con amenazas, Anselmo se opuso a ello con constancia sacerdotal. Por este motivo, después de sufrir la pérdida de sus bienes y el destierro, se dirigió a Roma para visitar a Urbano II. Este Papa le recibió y le alabó en gran manera cuando en el concilio celebrado en Barí defendió con innumerables testimonios de las Sagradas Escrituras y de los santos Padres que el Espíritu Santo procede del Hijo, contra el error de los griegos. Muerto Guillermo, y llamado a Inglaterra por el rey Enrique, su hermano, murió allí en la paz del Señor. No sólo consiguió fama por sus milagros y la santidad de su vida (principalmente por su insigne devoción a la pasión del Señor y la bienaventurada Virgen María), sino también por su doctrina, a la cual infundió un espíritu inspirado por el cielo, para defender la religión cristiana, provecho de las almas y utilidad de teólogos que han expuesto la sagrada doctrina según el método escolástico. [Lectio94] Anselmo nació de padres católicos en Aosta, en las fronteras de Italia; siendo joven abandonó su tierra natal y todas sus posesiones y profesó en el monasterio benedictino de Bec, donde avanzó de la manera más maravillosa en el estudio y la virtud. Fue tenido en honor por reyes y obispos, y era amigo de San Gregorio VII, en aquel momento muy preocupado por las persecuciones, quien le escribió cartas llenas de afecto, y elogios por las oraciones de Anselmo. Después de la muerte de Lanfranco, arzobispo de Canterbury y antiguo maestro de Anselmo, fue llamado a gobernar esa Iglesia y, mediante la palabra y el ejemplo, escritos y concilios, la restauró a su estado prístino de piedad y disciplina eclesiástica. Pero, poco después, cuando el rey Guillermo intentó por la fuerza y las amenazas usurpar los derechos de la Iglesia y Anselmo resistió firmemente, sus posesiones fueron confiscadas y él mismo exiliado. Urbano II lo recibió con honor y elogios. En el Concilio de Bari, defendió contra los errores de los griegos la doctrina de que el Espíritu Santo procede también del Hijo, por innumerables pruebas tomadas de las Escrituras y los santos Padres. Muerto Guillermo, su hermano Enrique recibió a Anselmo en Inglaterra, y allí se durmió en el Señor. &teDeum