[Officium] S. Joannis a Capistrano Confessoris [Oratio] Oh Dios, que por el bienaventurado Juan hiciste que tus fieles con la virtud del santísimo nombre de Jesús triunfasen de los enemigos de la cruz: te rogamos nos concedas que por su intercesión, rechazadas las asechanzas de los enemigos espirituales, merezcamos recibir de ti la corona de la justicia. $Per eumdem [Lectio4] Juan nació en Capistrano, de Peligno. Estudió en Perusa con muchos progresos en la doctrina cristiana y las artes; por su ciencia del derecho, Ladislao, rey de Nápoles, le hizo prefecto de varias ciudades. Mientras estaba santamente rigiendo la nación, y restableciendo la tranquilidad, fue detenido y encarcelado. Librado milagrosamente de la cárcel, profesó la Regla de San Francisco entre los Hermanos Menores. Fue su maestro en las Sagradas Escrituras San Bernardino de Siena, cuyos ejemplos de virtud, y especialmente su celo en propagar el culto del santísimo nombre de Jesús y de la Madre de Dios, imitó admirablemente. Rehusó el obispado de Aquila, y brilló por la severidad de su vida y por los escritos que publicó para la reforma de las costumbres. [Lectio5] Dedicado con solicitud a la predicación de la palabra de Dios, recorrió casi toda Italia. En este ministerio, por la fuerza de sus sermones y el gran número de sus milagros, condujo innumerables almas al camino de la salvación. El papa Martín V le nombró inquisidor para acabar con la secta de los fratricellos. Constituido por el Papa Nicolás V inquisidor general de Italia contra los judíos y sarracenos, convirtió muchos de ellos a la fe de Cristo. Creó en Oriente muchas instituciones; en el concilio Florentino brilló como un sol, y reintegró a los armenios a la Iglesia católica. El mismo Papa, a petición del emperador Federico III, le nombró legado de Alemania, a fin de convertir los herejes a la fe católica y restablecer la concordia entre los príncipes. En Alemania como en otros países, trabajó para la gloria de Dios durante seis años de ministerio, conduciendo al seno de la Iglesia con su doctrina y milagros a innumerables husitas, adamitas, taboritas y judíos. [Lectio6] Como el papa Calixto III, a petición de nuestro Santo, decretó la cruzada, Juan recorrió la Pannonia y otras provincias, y con sus palabras y escritos inflamó los ánimos de los príncipes para la guerra santa; en breve tiempo se reunieron 70.000 cristianos. Por sus consejos y valor se consiguió principalmente la victoria de Belgrado, en la cual fueron pasados a cuchillo o huyeron 120.000 turcos. Habiendo llegado la noticia de esta victoria a Roma el día seis de agosto, el mismo papa Calixto consagró de una manera definitiva el recuerdo de aquel día a la solemnidad de la Transfiguración de nuestro Señor Jesucristo. Enfermo de mortal dolencia, y conducido a Willech, fue visitado por varios príncipes, a los cuales exhortó a la defensa de la religión. Después entregó santamente su alma a Dios, en el año de gracia 1456. El Señor confirmó su gloria después de su muerte con muchos milagros; después de probarlos debidamente, el papa Alejandro VIII, en 1690, incluyó a Juan en el número de los santos. El Papa León XIII extendió a toda la Iglesia su Oficio y Misa dos siglos después. [Lectio7] Santo Evangelio según San Lucas !Lc 9:1-6 En aquel tiempo: Habiendo Jesús reunido los doce apóstoles, les dio virtud y potestad sobre todos los demonios, y para curar las enfermedades. Y lo que sigue. _ Homilía de San Buenaventura, Obispo. !Exposición sobre el cap. 9 de San Lucas. Los apóstoles recibieron este nombre para garantizar su autoridad. Apóstol significa enviado. Fueron enviados a predicar, según estas palabras: Jesucristo no me envió a bautizar, sino a predicar el Evangelio. Enviados a predicar, no una cosa ínfima, sino una gran cosa: El reino de Dios, lo que puede entenderse de la doctrina de la verdad, según se dijo: “Por lo tanto, os digo que quitado os será el reino de Dios, y será dado a un pueblo que haga los frutos dignos de él”. O puede entenderse de la gracia del Espíritu Santo, según lo siguiente: “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, y paz, y gozo en el Espíritu Santo”. Y más abajo: “He ahí que el reino de Dios está dentro de vosotros”. O podemos entenderlo de la gloria eterna, según dijo el señor: “En verdad, en verdad te digo que no puede entrar en el reino de Dios sino aquel que renaciere del agua y del Espíritu Santo”. [Lectio8] De todas estas maneras fueron enviados los apóstoles a predicar el reino de Dios, es decir, la verdadera doctrina, la gracia divina y la gloria eterna. Como Jesús les había concedido el poder de curar para autorizar su predicación, añade: “Os envío a curar enfermos”. Y así, los envió a predicar con el poder de confirmar la verdad de su doctrina, según estas palabras: “Y ellos salieron, y predicaron en todas partes, obrando el Señor con ellos, y confirmando su doctrina con los milagros que la acompañaban”. El signo de la misión espiritual que les fue dado para la predicación, fue, pues, la curación de los oyentes de la enfermedad de los vicios. [Lectio9] Hay tres notas evidentes que prueban que el predicador ha sido enviado por el Señor para anunciar el Evangelio. Es la primera la autoridad del que lo envía, tal como la del Pontífice, y sobre todo la del Soberano Pontífice, que ocupa el puesto de Pedro y de Jesucristo mismo; de donde se sigue que aquel a quien envía es enviado por Jesucristo. La segunda es el celo de las almas que posee la persona enviada, cuando ésta busca el honor de Dios y la salvación de las almas. La tercera es el fruto espiritual y la conversión de los oyentes. Por la primera de estas notas, son los enviados del Padre; por la segunda, del Hijo; por la tercera, del Espíritu Santo. De la primera, se ha dicho: “En lugar de tus padres, te nacerán hijos”. De la segunda: “No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo, Señor nuestro”. De la tercera: “Os he establecido para que vayáis y saquéis fruto y que vuestro fruto permanezca”. El que recibe semejante misión, puede decir: “El espíritu del Señor ha reposado sobre mí, porque el Señor me ha ungido”. &teDeum