[Officium] S. Gabrielis a Virgine Perdolente Confessoris [Oratio] Oh Dios, que enseñaste al bienaventurado Gabriel el recuerdo asiduo de los dolores de tu dulcísima Madre, y por ella lo elevaste a la gloria de la santidad y de los milagros; concédenos que, mediante su intercesión y ejemplo, de tal suerte nos asociemos a las lágrimas de nuestra Madre, que nos salvemos con su maternal protección. $Qui vivis [Lectio4] Gabriel nació en Asís, Umbría, de padres bien reputados. Llamado Francisco en memoria de su seráfico conciudadano, desde niño demostró una excelente índole. Ya adolescente, estudiando en Espoleto, siguió algún tanto la vanidad del mundo. Pero por un beneficio de la misericordia divina, la cual le invitaba a la perfección de la vida cristiana, y caído en una enfermedad, comenzó a desengañarse del mundo y a apetecer tan sólo los bienes celestiales. Le ayudó mucho a obedecer raudo al llamamiento de Dios, la contemplación de la imagen de la Virgen de Espoleto, llevada en procesión solemne fuera de la iglesia. De tal manera se inflamó su alma en la llama del divino amor, que se sintió movido a abrazar el Instituto de los Pasionistas. Tras haber vencido no pocas dificultades, en el retiro de Morrovalle, vistió gozoso el austero hábito, queriendo ser llamado Gabriel de la Virgen Dolorosa, a fin de recordar constantemente los gozos y dolores de la Virgen. [Lectio5] En el noviciado se distinguió en la observancia de la regla y en el ejercicio de todas las virtudes, llegando en breve tiempo a tal grado de santidad que fue dechado de la misma para sus compañeros y superiores en edad, y para los que estaban fuera del convento; en todas partes difundió el olor de Cristo. Se consagró a dar culto a la pasión del Señor; pasaba día y noche en su meditación. Sentía una inclinación a la Eucaristía que tanto nos recuerda la pasión, y al recibirla se abrasaba en seráficos ardores. En nada, empero, se distinguió tanto como en su piedad para con la Madre de Dios. La honraba con toda suerte de obsequios, y sobre todo considerando los dolores que atravesaron su corazón por los tormentos de Jesús. Esta meditación la practicaba con tanto sentimiento, que derramaba abundancia de lágrimas. La Virgen Dolorosa fue como la razón de su existencia y maestra de santidad, de tal suerte, que sus compañeros afirmaban que había sido suscitado por Dios, a fin de que con su ejemplo, llegara a propagarse el culto a la Virgen Dolorosa. [Lectio6] Amó en gran manera la virtud de la humildad cristiana y la obediencia, y así, teniéndose por el último de todos, anhelaba el ejercicio de los ministerios más bajos de la casa, y cumplía con suma diligencia, no sólo los preceptos de sus superiores, sino sus mismos deseos. Gracias a la mortificación de los sentidos y a la austeridad de su vida, conservó sin mancha la flor de la virginidad, y crucificado para el mundo, sólo vivió para Dios, gozando de una verdadera intimidad con su Señor. Se enriqueció en el breve curso de su vida con tantas virtudes, que consumido más por el ardor de la caridad que por los dolores, consolado con el socorro de la divina Madre, con una muerte placidísima, voló al cielo en Isola del Gran Sasso, en el año 1862 a la edad de 24 años. El esplendor de los milagros con que Dios honró su memoria, movió al papa Pío X a proclamarle Beato. El papa Benedicto XV, en el año 1920 en el segundo centenario de la fundación del Instituto de la Pasión y en la solemnidad de la Ascensión del Señor, asoció al bienaventurado joven al número de los santos. Pío XI extendió a la Iglesia universal su Oficio y Misa. [Lectio94] Gabriel, nacido en Asís, Umbría, se llamó Francisco en memoria de su conciudadano seráfico. Dio pruebas de grandes dotes intelectuales. Siendo joven, cuando por el don de la misericordia de Dios ya había sido llamado a una vida más perfecta, cayó enfermo y comenzó a cansarse de la vanidad del mundo. Al ingresar a la congregación Pasionista, eligió el nombre de Gabriel de Nuestra Señora de los Dolores; consideraba continuamente las alegrías y las tristezas de la Virgen María. Honrándola en todos los sentidos, y acostumbrado a contemplarla afligida por los sufrimientos de Jesús, derramaba torrente de lágrimas. Mantuvo su virginidad intacta, y, siguiendo el uso estricto de su congregación, vivió totalmente crucificado para el mundo, solo para Dios. Así completó su corta vida en el ejercicio de todas las virtudes; consumido por el fuego de la caridad más que por la enfermedad, consolado por la ayuda de la Madre de Dios, fue al cielo en 1862. S. Pío X lo nombró Bienaventurado; Benedicto XV, entre los santos; y Pío XI extendió su Oficio y Misa a la Iglesia Universal. &teDeum [Lectio7] Santo Evangelio según San Marcos !Mc 10:13-21 En aquel tiempo: Presentaban a Jesús unos niños para que les impusiera las manos; mas los discípulos reñían a los que venían a presentárselos. Y lo que sigue. _ Homilía de San Beda el Venerable, Presbítero. !Comentario sobre San Marcos, en el cap. 10, 13-21. “Dijo Jesús a sus discípulos: Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo prohibáis: porque de los tales es el reino de Dios”. De propósito dijo: “De los tales”, no “de éstos”, para significar que no será por la edad, sino por la conducta, que reinarán en el cielo; este premio está prometido a los que se asemejen a los niños en la inocencia y en la sencillez. Con esto concuerda la sentencia del Apóstol diciendo: “No os hagáis como niños en el uso de la razón; sed, sí, pequeños en cuanto a la malicia; pero en la conducta, hombres hechos”. El niño no persevera en su enojo, no se acuerda de las injurias, no se deleita en la hermosura femenina, no dice lo contrario de lo que piensa; pues bien: si no tenéis semejante inocencia y pureza de alma, no podréis entrar en el reino de los cielos. En otro lugar, se nos manda que recibamos el reino de Dios, es decir, la doctrina del Evangelio, como los niños, ya que, así como el niño cuando aprende no contradice a su maestro, ni busca razones para oponerle, sino que acoge con fidelidad sus enseñanzas, y, por el temor que le profesa, obedece y permanece quieto, así nosotros debemos obedecer sin oponer ningún reparo a las palabras del Señor. “Y abrazándoles, y poniendo sus manos sobre ellos, les bendijo”. Abrazando a los pequeños les bendijo, para significar que los espíritus humildes son dignos de su bendición, de sus gracias y de su amor. [Lectio8] “Y mientras Jesús proseguía su camino, se adelantó un hombre, y arrodillado ante él, le rogaba, diciendo: Maestro bueno, ¿qué puedo hacer para conseguir la vida eterna?” Creo que al preguntar por la vida eterna había oído decir al Señor que sólo eran dignos de entrar en el reino de los cielos los que se hacían como niños, por lo cual, deseoso de conocer la verdad con certeza, pedía que le manifestara, no por medio de parábolas, con qué obras meritorias podría alcanzarla. Jesús le dijo: “Observa los mandamientos”. He aquí en su integridad la inocencia que se propone a nuestra imitación si deseamos entrar en el reino de Dios. Y aquél, respondiendo, dijo: “Maestro, todo esto lo he observado desde mi juventud”. No se piense que preguntaba al Señor para tentarle (como algunos han creído), o que mintió sobre su conducta diciendo que había cumplido los mandamientos de la Ley, sino que manifestó sencillamente cómo había vivido. Y si hubiese sido culpable de mentira o simulación, no dirá el Evangelio que mirándolo Jesús en lo interior de su corazón, le amó. [Lectio9] El Señor ama a los que guardan los preceptos de la Ley, aun los más pequeños. Pero a los que desean ser perfectos, les señala aun las cosas menores de la misma, porque no vino a abolir la Ley y los profetas, sino a cumplirla. A cuyo cumplimiento se refiere lo que aquí se añade: “Ve, y vende cuanto tienes, y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo, y ven, y sígueme”. Aquel que quisiere ser perfecto debe vender todo lo que tiene; mas no sólo una parte, como Ananías y Safira, sino que debe venderlo todo, y darlo todo a los pobres, y prepararse de esta suerte un tesoro en el reino de los cielos. Pero ni esto es suficiente para conseguir la perfección; es necesario que el que ha despreciado las riquezas siga después al Salvador, esto es, que después de haber dejado lo malo, siga lo bueno. Es más fácil, en verdad, despreciar el mundo, que a la propia voluntad. Muchos que abandonan las riquezas no siguen al Salvador. Al Señor le sigue el que le imita y anda en pos de sus huellas. Aquel que dice que cree en Cristo debe proceder como procedió Cristo. &teDeum