[Officium] Ss. Septem Fundatorum Ordinis Servorum B. M. V. [Versum 1] V. Estos son los hombres de bien, cuyo recuerdo dura por siempre. R. Su heredad y su gloria no se olvidarán. [Ant 1] Su nombre * permanece para siempre. La gloria de los santos pasa de generación en generación. [Oratio] Señor Jesucristo, que para honrar de nuevo la memoria de los dolores de tu santísima Madre, dotaste a tu Iglesia por medio de siete bienaventurados Padres con la nueva familia de sus Siervos, concédenos propicio que de tal suerte nos asociemos a sus dolores, que igualmente disfrutemos de sus goces. $Qui vivis [Hymnus Matutinum] v. Mientras la guerra extendía sus estragos, y las ciudades ensangrentadas lloraban por las matanzas fratricidas, apareció la Virgen, ella que siempre nos brinda nuevos beneficios maternales. _ He aquí que escogió a siete fieles servidores para que recordaran con lágrimas los dolores que sobrellevó su Hijo Jesús, y a los cuales asoció al pie de la cruz de su Hijo. _ Obedecen al momento a la Señora que les llama, y despreciando sus espléndidas moradas y sus posesiones terrenas, se retiran lejos de la ciudad, a lo más escondido del monte Senario. _ Mortifican sus cuerpos con duras penitencias, expiando así los pecados de los hombres culpables; y con sus preces y abundantes lágrimas, aplacan el furor divino. _ La Madre Dolorosa les protege, y les indica ella misma los hábitos de luto que deben vestir; y aquella santa congregación comienza a tomar incremento rodeada por el esplendor de los milagros. _ Una vid que florece en el rigor del invierno, presagia la gloria de aquellos santos; y la voz de los niños de pecho les aclama con el nombre de Siervos de María. _ Honor sea dado al Padre, lo propio que al Hijo por Él engendrado, y a ti, virtud de entrambos, Espíritu que les iguala siempre en todo, al Dios único, por todos los tiempos. Amén. [Lectio4] En el siglo XIII, cuando a causa del funesto cisma de Federico II eran asolados por crueles facciones los más importantes pueblos de Italia, la misericordiosa Providencia de Dios suscitó, además de otros personajes piadosos, a siete nobles de Florencia, que unidos por la caridad, dieron un gran ejemplo de amor fraternal. Estos hombres: Bonfilio Monaldio, Bonajunta Maneto, Maneto Antelense, Amideo de Amideis, Uguccio Uguccioni, Sosteneo de Sostenéis y Alejo Falconiero, en el día de la Asunción del año 1236, oraban fervorosamente en una piadosa cofradía llamada de los Laudantes, cuando la Madre de Dios, apareciéndose a cada uno de ellos les manifestó su deseo de que abrazaran una vida más santa y perfecta. Consultado con el arzobispo de Florencia, aquellos siete varones, renunciando a los honores de su linaje y a las riquezas, ciñendo el cilicio debajo de unos vestidos pobres y usados, el día ocho de septiembre se retiraron a una humilde casa de campo a fin de comenzar una vida más santa en el mismo día en que la Madre de Dios había comenzado entre los mortales su vida santísima. [Lectio5] Cuán grato fue a Dios este género de vida, lo mostró por medio de milagros. Poco tiempo después, mientras pedían limosna de puerta en puerta en Florencia, sucedió que, por las voces de los niños, entre los cuales se contaba San Felipe Benicio que apenas tenía quince meses, fueron aclamados como Siervos de María, nombre con el que siempre se les designó. Deseosos de huir del pueblo, y llevados del amor a la soledad, se juntaron en un lugar apartado del monte Senario, donde empezaron un género de vida del todo celestial. Habitaban en grutas, vivían de agua y hierbas silvestres, mortificaban su cuerpo con vigilias y otras austeridades. La pasión de Jesucristo y los dolores de su Madre afligidísima fueron el tema constante de sus meditaciones. Mientras las meditaban en el día del Viernes Santo, la Santísima Virgen se les apareció dos veces, y les mostró el hábito de luto que debían vestir, y cuán grato le sería que fundaran en la Iglesia una nueva Orden destinada a perpetuar y a propagar el recuerdo de los dolores que Ella sufrió al pie de la cruz del Señor. San Pedro, ínclito Mártir de la Orden de los Predicadores, enterado de estas cosas por el trato con aquellos santos varones y por una especial visión de la Madre de Dios, les movió a instituir una Orden denominada Siervos de la bienaventurada Virgen. Ésta fue aprobada por el papa Inocencio IV. [Lectio6] Los santos varones, a los que se juntaron pronto varios compañeros, recorrieron las ciudades y pueblos de Italia, principalmente los de la Toscana, predicando en todas partes a Jesucristo crucificado, componiendo las discordias civiles y conduciendo a la virtud a muchas almas que andaban apartadas. Edificaron con sus predicaciones a Italia, a Francia, Alemania y Polonia. Finalmente, habiendo difundido copiosamente el buen olor de Cristo, ilustres por sus milagros, el Señor los recibió en su gloria. Y así como la religión y la verdadera fraternidad les unió durante la vida en un común amor, también un mismo sepulcro los guardó después de su muerte, a la cual sucedió una inmediata veneración por todas partes. Los Papas Clemente XI y Benito XIII, movidos por esta veneración, confirmaron el culto que se les tributó durante siglos. Por último, León XIII, tras aprobar los milagros que el Señor se había dignado obrar por su intercesión, y haberlos declarado Venerables, permitiendo que fueran invocados en común, en el año 50º de su sacerdocio, los inscribió en el número de los santos y ordenó que cada año se celebrara en toda la Iglesia Oficio y Misa en su honor. [Lectio94] En el siglo XIII, siete nobles florentinos: Bonfilio Monaldio, Bonajunta Maneto, Maneto Antelense, Amideo de Amadeis, Uguccio Uguccioni, Sosteneo de Sosteneis y Alejo Falconiero, se retiraron a una pequeña choza en el campo para meditar sobre la Pasión de Cristo y los dolores de su Madre afligida. La Santísima Virgen se les apareció el Viernes Santo con un hábito oscuro que debían vestir; y les hizo saber que sería muy grato para Ella si fundaran una nueva orden que reverenciara y fomentara el recuerdo de las penas que había sufrido mientras estaba debajo de la Cruz del Señor. Entonces estos hombres santos, con la ayuda de San Pedro Mártir de la Orden de Predicadores, fundaron la Orden de los Siervos de la Santísima Virgen. Con sus compañeros comenzaron a andar por las ciudades y pueblos, por todas partes predicando a Cristo crucificado, de palabra y con el ejemplo. Y, como un amor los había unido en una verdadera hermandad durante la vida, una tumba los recibió cuando murieron, y fueron venerados juntos por la devoción popular. Clemente XI y Benedicto XIII, confirmaron esta veneración común que se les había dado, y León XIII los inscribió entre los santos. &teDeum [Capitulum Laudes] !1 Pe 4:13 v. Hermanos: estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, reboséis de gozo. $Deo gratias [Hymnus Laudes] v. Los Padres continúan su vida en el retiro, como siete lirios de nívea hermosura, gratísimos a la Virgen santa, que Pedro vio resplandecer. _ Y arrebatándoles el celo divino, frecuentan las ciudades, y recorren todos los lugares, para grabar en todos los corazones que puedan los dolores de la Madre. _ Desde entonces las palabras de estos santos Padres tienen poder para apaciguar a los cegados por la ira, reconcilian los corazones rebeldes y reacios a la paz, consuelan a los afligidos, y convierten a los pecadores. _ Mas la Virgen, que acompaña a sus Siervos, los conduce por fin a las moradas eternas; y ciñe para siempre a los bienaventurados con coronas de piedras preciosas. _ ¡Ea!, que ahora ellos escuchen los gemidos del pueblo que les suplica, que vean sus arduos trabajos: y que acojan siempre nuestras plegarias en el seno de aquella claridad dichosa. _ Honor sea dado al Padre, y al Hijo que engendró, y a ti, ¡oh Espíritu!, igual en poder a ambos, ¡oh Dios único!, siempre y en todo tiempo. Amén. [Versum 2] V. Sea bendita su memoria. R. Florezcan sus huesos en la sepultura. [Ant 2] Ved qué dulzura * qué delicia, convivir los hermanos unidos. [Hymnus Vespera 3] v. Una nueva familia religiosa, de siete miembros, nace bajo la inspiración de la Madre del cielo; a sus llamadas, ellos se dirigen a la escarpada cumbre del monte Senario. _ Cuando esta congregación religiosa empieza a desarrollarse, una vid, cargada repentinamente de pomposos racimos, anuncia los frutos que producirá esta tierra. _ Una muerte santa transporta al cielo a estos varones, ilustres por su eximia virtud; los Siervos fieles de la Virgen ocupan sus tronos en el cielo. _ ¡Oh legión bienaventurada, que gozas del reino de Dios!, mirad a los que vosotros, al marcharos, dejáis cercados por los engaños de sus enemigos. _ Por los dolores, pues, de la Madre bendita, nosotros os rogamos suplicantes que disipéis las tinieblas del alma y apacigüéis las tempestades de nuestro corazón. _ Tú, ¡oh Trinidad bienaventurada!, comunícanos tu santa fortaleza, para que podamos imitar felizmente los ejemplos de estos nuestros Padres. Amén. [Ant 3] Su nombre * permanece para siempre. La gloria de los santos pasa de generación en generación.