31 de diciembre _ San Silvestre I, Papa y Confesor de la Fe, D. - Blanco En Roma, el tránsito de san Silvestre I, Papa y Confesor, el cual bautizó al Emperador Constantino el Grande y confirmó el Concilio Niceno, y después de llevar a cabo santísimamente otras muchas empresas, murió en paz. † hacia el año 335 en Roma. San Silvestre I se había distinguido por su celo y su caridad durante la primera persecución. Subió a la cátedra de San Pedro en el año 314, menos de un año después del edicto de Milán, que concedía la paz a la Iglesia. Recibió de Constantino el palacio de Letrán y en él estableció su morada, así como la basílica principal de Roma. El mismo año envió delegados al Concilio de Arlés, donde fueron condenados los donatistas, y después, en el año 325, al Concilio general de Nicea, que anatematizó a Arrio. Murió San Silvestre en el año 335. También en Roma, en la vía Salaria y cementerio de Priscila, las santas Mártires Donata, Paulina, Rústica, Nominanda, Serótina, Hilaria y sus Compañeras. En Sens, los santos Sabiniano, Obispo, y Potenciano, que, enviados allá por el Pontífice Romano a predicar, ilustraron aquella metrópoli con el martirio de su confesión. En Catania de Sicilia, el suplicio de los santos Esteban, Ponciano, Átalo, Fabiano, Cornelio, Sexto, Floro, Quinciano, Minervino y Simpliciano. En Sens, santa Columba, Virgen y Mártir, la cual, superado el tormento del fuego, en la persecución del Emperador Aureliano, fue pasada a cuchillo. El mismo día, san Zótico, Presbítero Romano, el cual fue a Constantinopla, y allí se encargó de sustentar los huérfanos. En Ravena, san Barbaciano, Presbítero y Confesor. En la aldea del Lalovesco, diócesis de Viena, en el Delfinado, el tránsito de san Juan Francisco Regis, Sacerdote de la Compañía de Jesús y Confesor, varón de eximia caridad y paciencia en procurar la salvación de las almas; a quien el Papa Clemente XII puso en el catálogo de los Santos. En Reciaria, San Kermes, Exorcista. En París, santa Catalina Labouré, Virgen, de la Compañía de Hijas de la Caridad; la cual favorecida por la Inmaculada Madre de Dios con la singular manifestación de la sagrada Medalla, fue insigne por las virtudes y milagros. El Papa Pío XII la puso en el número de las santas Vírgenes. El mismo día, santa Melania, la más joven, que con su marido Piniano, se retiró de Roma y se fue a Jerusalén, y allí, ella entre las mujeres consagradas a Dios, y él entre los Monjes, vivieron vida religiosa, y ambos descansaron con santo fin.