24 de octubre _ San Rafael, Arcángel, Dm. - Blanco La fiesta de san Rafael Arcángel, cuya dignidad y beneficios se celebran en el sagrado libro de Tobías. Patrono de los médicos; farmacéuticos; enfermeros; personas ciegas y con problemas visuales; personas con problemas mentales; enfermos; jóvenes; amor; parejas; viajeros; pastores. Protector contra las enfermedades, en especial de la vista; problemas mentales; pesadillas. San Rafael es uno de los siete espíritus que están siempre delante de Dios, y le ofrecen el incienso de su oración y de la de los hombres. “Cuando tú orabas –dijo San Rafael a Tobías– con lágrimas, y enterrabas los muertos, y te levantabas de la mesa a media comida, y escondías de día los muertos en tu casa, y los enterrabas de noche, yo presentaba tu oración al Señor. Y por lo mismo que eras acepto a Dios, fue preciso que la tentación te probase”. Tobías quedóse ciego; pero “la pérdida de la vista –dice San Agustín–, fue ocasión de que el venerable anciano recibiese la visita de un médico celestial”. San Rafael, cuyo nombre significa “Medicina de Dios”, fue enviado por Dios, como el ángel agitador del agua de la piscina probática, para curar a Tobías. Indicó al joven Tobías el remedio a propósito para devolver la vista a su padre, le buscó una esposa y ahuyentó al demonio. “Alabemos con muestras de veneración a todos los príncipes de la corte celestial, y en especial al Arcángel Rafael, médico y compañero fiel, vencedor del demonio. ¡Oh, Cristo, Rey bondadosísimo! Haz que, con tal guarda, el enemigo no nos cause daño alguno”. “Que el Arcángel Rafael, médico de nuestra salvación, nos asista desde el cielo, a fin de que sane nuestras dolencias, y guíe nuestros pasos vacilantes a la verdadera vida”. En Venosa de la Pulla, el triunfo de los santos Mártires Félix, Obispo Africano, Audacto y Jenaro, Presbíteros, Fortunato y Séptimo, Lectores; los cuales, en tiempo de Diocleciano y por orden del Procurador Magdeliano, fueron por largo tiempo maltratados con cárceles y prisiones en África y Sicilia, y no queriendo Félix de ninguna manera entregar los Libros sagrados, conforme al edicto del mismo Emperador, finalmente, degollados, consumaron el martirio. En Tongres de Bélgica, san Evergislo, Obispo de Colonia y Mártir, el cual, habiendo ido allá por la solicitud de su oficio pastoral, mientras de noche se dirigía solo a orar en el monasterio de santa María Madre de Dios, traspasado por los ladrones con una saeta, acabó la vida. En la ciudad de Nagrán, tierra de los Homeritas, en Arabia, el suplicio de los santos Aretas y trescientos cuarenta Compañeros, en tiempo del Emperador Justino y del tirano judío Dunaán. Después de ellos fue echada a las llamas una mujer Cristiana, cuyo hijo de cinco años, que balbuciendo confesaba a Cristo, no pudiendo ni con caricias ni con amenazas ser detenido, se precipitó al fuego donde estaba ardiendo su madre. En Constantinopla, san Proclo, Obispo.En la isla de Jersey, san Maglorio, Obispo, el cual, renunciando el cargo episcopal que por tres años había ejercido con los Bretones dispersos en Armórica, construyó en aquella isla un monasterio donde pasó santamente el resto de su vida. Su cuerpo fue trasladado más tarde a París. En el monasterio de Montefrío, Diócesis de Carcasona en Francia, san Antonio María Claret, un tiempo Arzobispo de Cuba, Fundador de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, preclaro por el celo de las almas y por la mansedumbre; al cual el Sumo Pontífice Pío XII inscribió en el catálogo de los Santos. En el monasterio de Durín en Francia, san Martín, Diácono y Abad, cuyo cuerpo fue de allí llevado al monasterio de Vertou. En Campania, san Marcos Solitario, cuyos esclarecidos hechos escribió san Gregorio Papa.