16 de agosto _ San Joaquín, padre de la Inmaculada Virgen María. D. 2ª cl. - Blanco Una antigua tradición, que arranca del siglo II, atribuye los nombres San Joaquín y Santa Ana a los padres de la Santísima Virgen María. El culto a santa Ana se introdujo ya en la Iglesia oriental en el siglo VI, y pasó a la occidental en el siglo X; el culto a san Joaquín es más reciente. No conocemos de Joaquín y Ana con certeza mas que sus nombres y el hecho de que fueron los santos padres de la Madre de Dios. Lo que relatan sobre ellos los libros apócrifos no es todo confiable y es difícil distinguir lo cierto de la leyenda. San Joaquín era venerado por los griegos desde muy temprano. En el Occidente su fiesta fue admitida al calendario mas tarde, algunas veces el 16 de septiembre, otras el 9 de diciembre. Julius II la puso en el 20 de marzo; mas tarde suprimida fue restaurada por Gregorio XV (1622). Clemente XII (1738) la fijó en el Domingo después de la Asunción. Con la reforma del calendario después del Concilio Vat II, San Joaquín se celebra junto con su esposa, Santa Ana, el 26 de Julio. Ellos son los patrones de los abuelos. La Santísima Virgen María, Madre de Dios y madre nuestra. Que, imitándola a ella, llegue yo a conocer, amar y servir a Dios con todo mi corazón hasta mi último suspiro. Te lo pido por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén. En Roma, san Tito, Diácono, el cual, por distribuir dinero entre los pobres, cuando la ciudad se hallaba ocupada por los Godos, fue muerto de orden del bárbaro Tribuno. En Nicea de Bitinia, san Diomedes, médico, que, en la persecución del Emperador Diocleciano, por la fe de Cristo, pasado a cuchillo consumó el martirio. En Palestina, treinta y tres santos Mártires. En Ferentino de los Hérnicos, san Ambrosio, Centurión, que, en la persecución de Diocleciano, atormentado de varias maneras, y, últimamente, habiendo pasado ileso por el fuego, sumergido en el agua, llegó al refrigerio. En Milán, el tránsito de san Simpliciano, Obispo, célebre por testimonio de los santos Ambrosio y Agustín. En Auxerre, san Eleuterio, Obispo, En Nicomedia, san Arsacio, Confesor, el cual, en tiempo del perseguidor Licinio, abandonando la milicia, pasó la vida en un yermo, y fue tan esclarecido en virtudes, que se lee lanzó los demonios y mató un gran dragón con sus oraciones; finalmente, profetizando la futura ruina de la ciudad, puesto en oración, entregó su espíritu a Dios. En Montpeller de la Galia Narbonense, el tránsito de san Roque, Confesor, que, con1a señal de la cruz, libró de la peste muchas ciudades de Italia. Su cuerpo fue después trasladado a Venecia, y honoríficamente colocado en una Iglesia dedicada a su nombre. En Roma, santa Serena, que fue, algún tiempo, mujer de Diocleciano Augusto.