4 de mayo _ Santa Mónica, Viuda D. - Blanco En Ostia, del Tíber, santa Mónica, madre de san Agustín, cuya preclara vida dejó atestiguada el mismo santo en el libro nono de sus Confesiones. n. 322 en Tagaste (Souk Ahras), Argelia; † 387 en Ostia, Italia. Patrona de viudas; esposas; madres; amas de casa; víctimas de abusos; víctimas de adulterio; víctimas de abusos verbales; alcohólicos; madres con hijos problemáticos. Protectora contra el alcoholismo; dificultades en el matrimonio. Santa Mónica, madre de San Agustín, derramó tantas lágrimas y oró a Dios con tanto fervor por la conversión de su hijo, que vio realizarse la palabra de San Ambrosio que le aseguró que un hijo de tantas lágrimas no podía perderse. Siguió a su hijo por todas partes para exhortarlo a que renunciara a sus desórdenes y a la herejía de los maniqueos. Cuando por fin lo vio convertido, exclamó: Ahora moriré contenta, hijo mío, porque ya nada me queda por desear en la tierra. Murió en el año 387. En las minas de Fenón en Palestina, el triunfo de san Silvano, Obispo de Gaza; el cual, en la persecución del Emperador Diocleciano, por orden del César Galerio Maximiano, fue con muchísimos de sus Clérigos coronado del martirio. En Jerusalén, san Ciríaco, Obispo, que, visitando los Santos Lugares, fue allí muerto, imperando Juliano Apóstata. En Camerino, san Porfirio, Presbítero y Mártir, el cual, siendo Emperador Decio y Presidente Antíoco, por haber convertido a muchos (y entre ellos a san Venancio) a la fe de Cristo, fue decapitado. En las minas de Fenón, en Palestina, treinta y nueve santos Mártires, que, condenados a las dichas minas, después de sufrir las planchas de fuego y otros tormentos, fueron juntamente decapitados. En Lorch de la Nórica Ripense, san Florián, Mártir, el cual, imperando Diocleciano, por orden del Presidente Aquilino, fue arrojado al río Ems con una piedra atada al cuello. En Colonia, san Paulino, Mártir. En Tarso de Cilicia, santa Pelagia, Virgen y Mártir, que imperando Diocleciano, metida en un buey de bronce candente, consumió el martirio. En Nicomedia, el triunfo de santa Antonia, Mártir, la cual, después de sufrir varios y atroces tormentos, estuvo tres días colgada de un brazo, y dos años encarcelada; al fin, de orden del Presidente Prisciliano, mientras confesaba al Señor, fue quemada en la hoguera. En Milán, san Venerio, Obispo, cuyas virtudes atestigua san Juan Crisóstomo en una carta que le escribió. En el territorio de Perigord, san Sacerdote, Obispo de Limoges. En Hildesheim de Sajonia, san Godehardo, Obispo y Confesor, que fue canonizado por el Papa Inocencio II. En Auxerre, san Curcódomo, Diácono.