13 de febrero _ S. Martiniano, Ermitaño En Atenas, en Grecia, san Martiniano, que había abrazado la vida eremítica cerca de Cesarea, en Palestina (c. 398). San Martiniano se retiró al desierto a la edad de 18 años. Llegose allí el demonio a tentarlo. Estaba a punto de sucumbir y abandonar su celda, cuando fue detenido por este pensamiento: ¡Desdichado, Dios te ve! Rechazó la tentación y volvió a emprender, con mayor ardor, sus ejercicios de piedad. Redobló el demonio sus esfuerzos para arrancarlo de la soledad y arrojarlo al mundo, donde esperaba hacerlo abandonar el servicio de Dios: pero San Martiniano triunfó de sus ataques por medio del ayuno, la mortificación y la oración. En Antioquía, el nacimiento para el cielo de san Agabo, Profeta, de quien escribe san Lucas en los Hechos de los Apóstoles. En Todi de la Umbría, san Benigno, Presbítero y Mártir; el cual, en tiempo de los Emperadores Diocleciano y Maximiano, como no cesase de predicar, con la palabra y el ejemplo, la fe cristiana, fue preso por los idólatras, y atormentado con varios suplicios, coronó el ministerio sacerdotal con la gloria del martirio. En Melitina de Armenia, san Polieuto, Mártir, que en la persecución de Decio, a costa de muchos tormentos, alcanzó la corona del martirio. En Lyon de Francia, San julián, Mártir. En Ravena, las santas Fusca, Virgen, y Maura, su nodriza; las cuales, en el imperio de Decio, habiendo padecido muchas penalidades por orden del Presidente Quinciano, finalmente, traspasadas con una espada, consumaron el martirio. En Lyon de Francia, san Esteban, Obispo y Confesor. En Rieti, san Esteban, Abad, varón de admirable paciencia, a cuyo tránsito, como refiere san Gregorio Papa, asistieron los santos Ángeles, que fueron vistos de los circunstantes.