15 de enero _ S. Pablo, primer Ermitaño. D. - Blanco San Pablo, primer Ermitaño, Confesor, que el día 10 de este mes, entre coros de Angeles, fue trasladado al cielo. Ilustre fundador de los eremitas, ¡cuán hermoso resultaba veros en vuestra gruta, vestido con un manto de hojas de palma, alimentado con un medio pan que un cuervo os traía cada día! Una fuente os daba de beber, la roca os servía de lecho, y estabais más contento en esa gruta que los reyes en sus palacios. ¡Gran Santo, haced que meditando vuestra vida aprendamos a despreciar el mundo y sus falsas máximas! En territorio de Anjou, san Mauro, Abad, discípulo de san Benito, en cuya escuela adoctrinado desde la niñez, aprovechó tanto, que, entre otras maravillas obradas estando con él, anduvo a pie sobre las aguas, cosa nueva y casi inusitada después de San Pedro. Enviado por el mismo san Benito a las Galias, allí, después de fundar un célebre monasterio, que gobernó cuarenta años, esclarecido por la gloria de los milagros, descansó en paz. En Judea, los santos Habacuc y Miqueas, Profetas, cuyos cuerpos, en tiempo de Teodosio el Mayor, fueron hallados por revelación divina. En Cáller de Cerdeña, san Efisio, Mártir, que en la persecución de Diocleciano, siendo Juez Flaviano, superados con la virtud divina muchísimos tormentos, por último, decapitado, subió vencedor al cielo. En Anagni, santa Secundina, Virgen y Mártir, que padeció en el imperio de Decio. En Nola de Campania, san Máximo, Obispo. En Auvernia de Francia, san Bonito, Obispo y Confesor. En Egipto, san Macario, Abad, que fue discípulo de san Antonio, y en vida y milagros celebérrimo. En Alejandría, san Isidoro, esclarecido por la santidad de su vida, fe y milagros. En Constantinopla san Juan el de la Choza, el cual vivió algún tiempo en un rincón de la casa paterna, y luego en una choza, sin ser conocido de sus padres; reconocido de ellos al morir, resplandeció en milagros. Su cuerpo fue después trasladado a Roma y colocado en una iglesia erigida en su honor en la isla del Tíber.